A esta altura de la soireé, discutir el valor de internet sería de necios. Como todo, amigos, la clave está en el (buen) uso que se le dé. No es casualidad que en la última semana dos irreprochables pensadores hayan hecho hincapié en su importancia pero también en cómo aprovecharla correctamente.
Ante la inevitable y creciente presencia de la red de redes en nuestra vida, lo más sano, tal vez lo esencial, sea aprender a convivir con ella de la mejor manera.
En esa sintonía, tanto el semiólogo y escritor Umberto Eco como el sociólogo polaco Zygmunt Bauman ven en el ciberespacio un valioso caudal informativo pero también una presencia invasiva frente a la cual no se puede permanecer indiferente. Desde la trinchera del pensamiento, ellos dicen -opinión más, visión menos- que estamos ante una herramienta maravillosa que hay que tomar con pinzas.
Eco considera a internet como “una memoria sin filtro, donde no se distingue el error de la verdad”. Por esa razón, el italiano propone que a las nuevas generaciones, los bien llamados nativos digitales, se les enseñe “el arte del filtro”; es decir, las técnicas elementales para capitalizar los datos fiables y no comprar gato por liebre.
El autor de “El nombre de la rosa” plantea que los estudiantes que naturalmente buscan información en la web al menos deberían tomarse el trabajo de chequear, seleccionar y comparar hasta dar con las respuestas correctas que justifiquen su pesquisa virtual.
El octogenario Bauman, quien considera que ante la modernidad no se puede retroceder, ve en las redes sociales maravillosas “compuertas” hacia un mundo de mayores opciones. “El cambio es constante. Hay que aprender lo nuevo y olvidar lo anterior a una velocidad sorprendente”, reconoce el creador de “Tiempos líquidos”. Para el famoso académico, “internet es una escuela de negociación de diferencias”. Un territorio donde queda sólo en uno sacar algo en limpio.
Quien navegue en ese ilimitado mar de temas no debería, según los distintos enfoques de Eco y Bauman, adoptar una actitud pasiva ni ingenua. En otras palabras, pensar sería la reacción esperable en caso de apelarse a internet con otros fines que no sean los de la simple diversión o entretenimiento.
Dando por descontada cierta comodidad o pereza del estudiante de estos tiempos (no sólo en la Argentina, vale aclarar), los docentes tienen ante sí una tarea más de las tantas que acumulan hoy: enseñar a estudiantes -desde la primaria hasta la universidad misma- a destilar el cuantioso caudal informativo que les ofrece la inabarcable internet. Algo así como aplicar el
sentido común como un embudo de calidad.

(Publicado en Diario Los Andes, 29 de octubre de 2010)