Ignotos y famosos de 69 países se hicieron eco de la campaña “Apadrina una palabra en vías de extinción” para votar aquellos términos que se han ido perdiendo en el habla cotidiana y hasta en el propio diccionario.

Hay quien dedica su vida al salvataje de las ballenas o a frenar la extinción del oso panda, otros a evitar que se derrumben viviendas de interés patrimonial o su propia alma, pero también hay otros que piensan que salvar una palabra vale tanto como decirla y ser escuchados. Son ésos en cuyas puntas del anzuelo podrían colgar términos como tarambana, paniaguado, rimbombante, chascarrillo o sátrapa.
Tal vez alertados por la lingüista Colette Grinevald, quien pronosticó que dentro de 100 años se hablarán 3.000 lenguas menos, la Escuela de Escritores de Madrid y la Escola d’Escriptura del Ateneo Barcelonès pergeñaron "Reserva de Palabras", un espacio virtual que nació con la consigna de apadrinar una palabra en peligro de extinción. Suerte de Quijotes de la lengua, sus mentores buscan mantener vivos aquellos términos que han caído en desuso o están amenazados debido al maltrato cotidiano al que se somete al idioma, víctima de la extranjerización, los eufemismos y los neologismos.
El primer paso lo dieron el año pasado convocando a los internautas de todo el mundo a elegir “la palabra más bella del castellano”. La elegida fue –casi por paliza– la siempre vigente “amor”. En esta ocasión, los organizadores apuntaron a llamar la atención sobre los términos que están a punto de pasar al arcón de los recuerdos. Desde el 30 de marzo al 21 de abril, a través del portal www.escueladeescritores.com, 13.833 “reservistas” de 69 países votaron las palabras que querían recuperar, explicar su significado o sus usos y recordar su origen. Los 7.120 vocablos votados recobran hoy su oxígeno en el sitio www.reservadepalabras.org. A la hora de sufragar hicieron punta los españoles, seguidos por argentinos, chilenos y mexicanos.
Javier Sagarna, director de Escuela de Escritores, dio las claves de la convocatoria: “El objetivo era reflexionar sobre el uso del idioma, su riqueza y su diversidad, de una forma lúdica. También plantear el debate sobre el empobrecimiento de la lengua y ver la respuesta de los hablantes: qué palabras consideraban que están en peligro de extinción y dar espacio a la percepción subjetiva de cada hablante”.

Fantasmas en capilla
Según destacan los ecologistas de la lengua, entre 1992 y 2001 del Diccionario de la Real Academia Española se suprimieron más de 6.000 mil palabras. “Seis mil términos que desaparecieron y que, probablemente, lo habían hecho mucho antes en el día a día, donde la tendencia a utilizar palabras comodín que simplifican conceptos con muchos matices o la facilidad con la que importamos extranjerismos, amenazan la riqueza del idioma”, resaltaron los promotores de la cruzada idiomática.
Desde la Real Academia Española, el filólogo José Pascual ofreció otra visión: “Hay muchos términos fantasmas en el diccionario. No somos ‘terroristas’, no pretendemos eliminar vocablos por capricho. Pero hay palabras en el diccionario que no tienen justificación”. Y dio números: actualmente la RAE incluye 88.431 palabras y la expectativa para el 2020 es que sólo queden 50.000 voces.
De uno y otro lado coinciden en que la falta de lectura –tanto en los jóvenes como en los adultos– es uno los principales factores que contribuyen a la pauperización diaria del idioma. Pero también la televisión aporta su jugosa cuota a la pobreza lingüística de cada día, algo que claramente se ve reflejado en la media lengua de los adolescentes y su correlato en esa especie de “esperanto tecnológico” que son los mensajes de texto.
Reserva de Palabras, entonces, vendría a cumplir el pedido de Gabriel García Márquez en Cien años de soledad; ser ese lugar en el que “podrás encontrar esas palabras, y también lo podrán hacer tus hijos y tus nietos, para no tener que señalar con el dedo aquello que designan”.

(Publicado en suplemento Señales, Diario UNO, 27 de mayo de 2007)