Limbo, de Agustín Fernández Mallo. Alfaguara. 215 págs.

El español Agustín Fernández Mallo es de esos escritores que prefieren transitar por la periferia de las historias. Una posición que también adopta para abordar su oficio. El autor de la trilogía Nocilla (Dream, Experience, Lab) es un border que ha decidido serlo porque en esa profesión de fe hay una apuesta ética y estética irrenunciable. Por eso la literatura es apenas un eslabón más en su proceso creativo, que se completa con su grupo de rock Frida Laponia y un dúo de spoken Word, Afterpop Fernández & Fernández (música, video y textos).
Con ese particular GPS lírico como rampa de despegue, Limbo es una historia dentro de varias historias. O viceversa.
A fuerza de tener que sintetizar una trama tan laxa como reconcentrada, podría decirse que una mujer relata con indolencia su secuestro en el DF mexicano; que una pareja va en busca del inasible Sonido del Fin del Mundo cruzando el desierto americano; que dos músicos se instalan en un cháteau francés para grabar un disco que los instale en la posteridad; y que un escritor español conoce a chica mexicana en una librería y por amor o soledad deciden irse a vivir juntos ese primer día.
Las historias van por su correspondiente carril, pero se sabe: en un segundo, alguien puede perder el control del volante y terminar en la vía contraria. Fernández Mallo es un conductor que no teme encender un cigarrillo o hablar por teléfono mientras maneja. No extrañe entonces que circular a contramano conecte los relatos y los instale en ese limbo que tanto tiene de cielo como de infierno.
Concluir si triunfa la vida por sobre la muerte sería una definición demasiado pueril para este licenciado en Ciencias Físicas que hace de la incertidumbre el punto de partida y de llegada.
En Limbo nada es lo que parece. Sí, exactamente como su propio autor.

(Suplemento Escenario, Diario UNO, noviembre de 2014)