Una de las tantas críticas que suele recibir desde afuera la Argentina es que se trata de un país “imprevisible”.
Por lo general, este calificativo se asocia  a lo económico, en el sentido de que los inversores extranjeros consideran que no hay garantías jurídicas y financieras sólidas para desembarcar con sus proyectos.
En cambio para el argentino medio, éste es un país “previsible”. Sabemos, por ejemplo, que cada tantos años de bonanza vendrá una crisis para ajustarse el cinturón. Y así hasta que baje el agua.Tenemos sobrada experiencia al respecto. 
En esa suerte de efecto cíclico en que de tanto en tanto vivimos una sensación de déjà vu, hay varias profecías autocumplidas.
Una “de cajón” es el paso a Chile. Llegan las vacaciones de verano y los mendocinos que apuntan proa hacia las playas del Pacífico saben que tendrán que padecer eternas colas para hacer los trámites en la aduana. 
Pasarán los años y los gobiernos, pero ese dolor de cabeza se repetirá casi calcado.Similar situación se vivirá en invierno, cuando a raíz de la nieve que bloquea el paso cientos de camiones quedarán varados a la espera de que amaine el temporal.
En esta misma lógica de previsibilidad, cada fin de año se repite una situación más preocupante y compleja.De la mano de la crisis y de quienes hábilmente se valen de ella para sus fines políticos, unos meses antes de Navidad comienzan a avivarse los fantasmas de los saqueos.
Desde aquel 2001 que culminó con el presidente De la Rúa huyendo en helicóptero y una revuelta social ganando las calles, cada diciembre produce un efecto bastante particular.Se unen el cansancio de todo un año con la sensibilidad propia de las fiestas y la percepción de que los números otra vez no cerraron.Un cóctel peligroso que este 2014 vuelve a agitarse y que, por suerte, empieza a activar a tiempo los necesarios antídotos.
La imprescindible precaución está en marcha a través de una cuantas acciones que buscan evitar que triunfen los verdaderos antidemocráticos. 
La política ya se ha puesto en acción a través de reuniones con los supermercadistas (principal objetivo de los saqueadores), referentes sociales, servicios de Inteligencia y todos los organismos de Seguridad. 
También para defender la paz hay que buscar esa estratégica previsibilidad. Es la única forma de no ceder ni al miedo ni a los agitadores.  

(Diario UNO, 19 de octubre de 2014)