“Me ahorrará las preguntas con su respuesta final”.

Mirtha Defilpo

Paradoja incómoda: la muerte como excusa para saldar deudas. Casi en silencio, el año pasado la poeta Mirtha Defilpo caía en garras de la parca y su obra quedaba ahí como una mesa servida a la espera de sensibles comensales.
La conocíamos menos de lo que merecía, visualizada apenas como un satélite del mundo Nebbia. Y es aquí donde uno agradece que exista internet y se la pueda rastrear, aunque más no sea desordenadamente, para dar con parte de su obra. Saber, por ejemplo, que había nacido en Córdoba en 1944 y que publicó los libros de poemas Después de Darwin (1983), Malezas (1985) y Matices (1991). Que grabó un disco solista, Canción para perdedores, y que junto con su pareja de entonces –el fundacional Litto Nebbia– compusieron tal vez los mejores discos del autor de La balsa, aquellos envasados en los agitados ‘70: Melopea, Fuera del cielo, Bazar de los milagros y El vendedor de promesas.
Fue el propio Nebbia quien dijo: “Cualquier mención (de Defilpo) que se realice para que se conozca su poesía será un acto de nobleza y justicia”. En sintonía con ese espíritu reivindicativo, se recomienda una sentida pesquisa de sus letras y poemas. En otras palabras, dar con su herencia.

(En suplemento Escenario, Diario UNO, 3 de marzo de 2012)