La queja, esa suerte de cantinela que remite a lo peor del tango más llorón, tan nuestra como el mate o la bic, pide pista ante cualquier situación, lugar o motivo. Se diría que protestar, otra clásica manifestación del lamento argentino, es casi un deporte tan nacional como pegarle a Messi, a los burócratas de siempre o a la vedetonga de turno.
Una “puesta en escena” de tan expresivas muestras de nuestra idiosincrasia suelen ser los cuestionados piquetes, esos mismos que junto a los escraches ya se estudian en las escuelas porteñas como parte de la materia “Política y Ciudadanía”.
Dado que, más allá de cualquier bandería política, estos virulentos reclamos provocan mayormente duras reacciones (muchas de ellas con violentos resultados), tal vez valga la pena apelar a la creatividad para buscar una forma de reclamar por lo que es válido sin provocar rechazo y, a la vez, captar la atención. Incluso despertando una genuina empatía con el reclamo que los movilizó.
Para tal fin, podría tomarse como ejemplo a las decididas mujeres de Barbacoas (un pueblo del sur de Colombia), quienes recientemente se negaron a tener sexo con sus maridos en pos de una noble causa. No cederían, advirtieron a cara de perro, hasta que no se comenzara la construcción de una ruta clave para ese humilde caserío. Las féminas de armas tomar acusaban a sus hombres de no exigir con dureza a las autoridades la realización de tan estratégica vía.
¿Será necesaria, también por estos pagos, una huelga de piernas cruzadas para avanzar en aquellas obras de la provincia que siguen a la espera o que parecen nunca tener fecha de finalización?
La arbitraria lista para justificar una medida al estilo Barbacoas podría incluir, por ejemplo, la terminación de las dobles vías a Desaguadero y al Valle de Uco, el nudo de Acceso Sur y calle Paso, el rescate del abandonado autódromo General San Martín, la iluminación del Acceso Este, el puente que una el Shopping con el barrio Unimev, entre tantas otras deudas no sólo adjudicables, nobleza obliga, al gobierno de turno.
No faltarán, claro, quienes tilden de sexista esta opción de reclamo. Ellas, en cambio, han dado una lección de pacifismo con algo tan humano y movilizador como la vida íntima de una pareja.
Si el lema que abrazaron las colombianas levantiscas fue “Por un nuevo amanecer, nos abstenemos del placer”, las damas de acá no más podrían esgrimir como eslogan algo así como “Piernas cruzadas para funcionarios de brazos cruzados”.

(En Diario Los Andes, 17 de julio de 2011)