La asociación creativa entre poetas y músicos registra demasiadas colaboraciones como para revisitarlas aquí y ahora. Lo que en cambio no es tan frecuente es el trabajo mancomunado entre narradores y cantautores. En los últimos tiempos contribuciones creativas de tales características se han dado -y con muy buenos resultados- en marcos sonoros de acá a la vuelta y allende los mares.
Con la generosa arbitrariedad que la caracteriza, Generación Bic eligió tres discos a los que sugiere hincarles el play a gusto & piacere.

Vinagre & rosas. Consciente (o no) de que ya se estaba repitiendo, abusando de sus yeites y marcas de fábrica, el lenguaraz Joaquín Sabina convocó a su amigo, el narrador y poeta Benjamín Prado, para que le echara una mano en las letras de lo que luego resultaría “Vinagre & rosas”. Tan fuerte fue esa experiencia que el escritor sintió la necesidad de contarlo en un libro. “Romper una canción” cuenta la apasionada pulseada, palabra por palabra, con el autor de “Peor para el sol”. Prado advierte: “Les hará gracia conocer las peleas de Sabina por cada verso y rima y saber que para ser Sabina, Joaquín tiene que trabajar mucho”. Para darse un contexto inspirador, no tuvieron mejor idea que autoimponerse un retiro en la bellísima Praga, “el mejor sitio para estos planes”, según admitió el cantante. La estrategia valió la pena; así lo prueban páginas como “Cristales de bohemia”, “Viudita de Clicquot”, “Virgen de la amargura”, “Blues del alambique” y “Menos dos alas”. El mismo Sabina pero sazonado con la poética de Prado.

El hambre & la
s ganas de comer. Así se veían y así los veían al cantautor e historiador Gabo Ferro y al escritor Pablo Ramos. Y a ellos, amigos recientes pero definitivos, no les pareció mala idea darles la razón y titular su primera obra en conjunto con ese dicho popular. El proceso no fue muy convencional: desde Alemania, donde residía temporalmente por una beca, Ramos le enviaba letras a Ferro, quien en Buenos Aires trabajaba cual orfebre en la música. Con los pedazos de un corazón roto, el autor de “El origen de la tristeza” armó canciones cuasi tangueras, a las que no es difícil adivinarles una melancolía porteña alimentada por la frialdad alemana como expresionista telón de fondo. La maravillosa voz de Gabo hace el resto: pocos cantantes en Argentina manejan la variedad de registros emotivos que el ex Porco le insufla a cada canción. Títulos anzuelos, de esos que lo dicen todo: “Los que te quieran”, “Agua zarpada”, Esta vez lo hiciste”, “Adiós”, De la impotencia”, “Hada narcotizada”, “Codeína”. Bon apetit garantizado.

Lone
ly avenue. Que el inglés Nick Hornby haya terminado escribiendo canciones no sorprende. Libros de su factoría, como “Alta fidelidad” y “9 songs”, dan pistas de alquien en quien la música juega un rol fundamental. La asociación lícita con el músico estadounidense Ben Folds cerró el círculo dando como resultado “Lonely avenue”, una avenida donde -una vez más- hay historias del cuore castigado, de cantantes condenados a repetir un hit “forever”, de vecinos complicados, de solitarios hospitales en Año Nuevo. La filosa ironía de Hornby, también presente en sus letras, encuentra en la sensibilidad pop de Folds el mejor vehículo para transitar por esta solitaria avenida. Y nada mejor que hacerlo escuchando -pañuelo en mano- “Picture window” y “Practical Amanda”, dos de esas baladas “a la Elvis Costello” que seguramente les dejarán una marca símil tatuaje allí donde nacen las mejores canciones tristes.

(Publicado en suplemento Estilo, Diario Los Andes, 21 de noviembre de 2010)