Hasta no hace mucho era el lugar común ideal para romper el hielo en ámbitos compartidos como el ascensor, las escaleras, las guardias del hospital o cualquier otro incómodo espacio de interacción entre desconocidos.
Hablo del clásico “tiempo loco, ¿no?”, ideal para disparar un liviano y afable diálogo. Pero éste si bien nunca pasó de moda, está más que claro que ya no nos alcanza. Desde hace unos años el tema del clima se incorporó a tal punto a nuestras vidas que en la actualidad lo consideramos información básica para organizar desde cómo vestirnos, proteger el auto si hay probabilidad de tormenta, cubrir con diarios debajo de puertas y ventanas por si aterriza el Zonda, e incluso para decidir si las fiestas debemos pasarlas bajo techo o nos arriesgamos a la inestable intemperie.
Quizás buena parte de estas actitudes se la debamos al acechante cambio climático, ese mismo por el cual cruzan espadas los países poderosos (facturándose exabruptos ambientales que ninguno parece dispuesto a revertir), y el que día a día vemos cómo va dejando en el planeta heridas que difícilmente cicatricen.
Internet, como muchos de los cambios que las sociedades vienen experimentando en su nombre, también tuvo mucho que ver en esto de querer estar bien informados ya que gracias al fluctuante clima podemos pasar de la malla al pulóver sin necesidad de que muden las estaciones.
Las recientes tormentas en San Rafael y Alvear fueron de una violencia tal que más de un vecino de las zonas afectadas admitió no haber visto nunca un fenómeno de esas características. Similar situación a la que vivieron los porteños hace un par de años cuando el granizo los sorprendió como si cayeran ET del cielo y les mostró una cara del clima que hasta entonces desconocían. Ejemplos al vuelo de cómo la meteorología y sus ramas están presentes a diario; vivamos en el desierto cuyano, la sabana africana o la estoica Antártida.
Hoy es muy común escuchar en la cola del supermercado comentarios del tipo “Dicen que mañana vuelve el fresquito, pero el fin de semana va a estar terrible”; “Anunciaron tormenta para el viernes, sobre todo en el sur”; o “Se viene el Zonda, aunque va a estar en altura; tal vez mañana baje”. Los dimes y diretes climáticos van ganando en precisión, con terminología y datos “tocados de oído” de la radio, la tevé, los diarios y los on line.
Lo que vendría a demostrar por qué cada vez es más común que este tipo de informaciones exceden el pronóstico oficial para “crecer” en notas que reflejan el peso creciente que adquiere el clima en nuestras vidas.
Para estar a tono, mientras escribo estas líneas los vaivenes del tiempo me obligan a: cerrar las ventanas porque se largó un breve chaparrón, encender el aire para atenuar los insoportables 38 grados, volver a abrir las ventanas para aprovechar una brisa fresca, tomar más líquido que de costumbre, y comer caramelos de propóleo para esa molestia en la garganta, producto de los cambios de temperatura entre el aire acondicionado del trabajo y el calor del cemento en pleno centro. Tiempo loco, ¿no?

(Publicado en Diario Los Andes, 9 de enero de 2010)