“El libro que no te lleva a otro libro es un libro estéril, fallido”, advierte el español Arturo Pérez-Reverte. Con esa idea-fuerza y/o zanahoria literaria, esta columna intentará periódicamente dejar un puñado de migas en el camino, tender un modesto hilo de Ariadna que nos una a esos objetos en extinción que aún se niegan a perder la batalla frente a la desidia, los e-books y las demás opciones tecnológicas post-papel.
Llevate a Borges pagando un Belgrano. Al azar, un puñado de cosas que se pueden comprar con diez pesos: la película “Historias mínimas”, una revista de computación, un CD de oferta de Yeah Yeah Yeah, dos atados de cigarrillos, dos cafés en la Peatonal, cinco Los Andes, un póster de Madonna. Pero también con sólo diez pesos es factible adquirir en las librerías de viejo y ofertas varias los mejores títulos de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Ernesto Sábato. Un billete marrón alcanza para comprarse, por caso, “El Aleph”, “Sobre héroes y tumbas”, o “La invención de Morel”. O, si se prefiere, ir por lo menos difundido; descubrir de esos mismos autores libros como La aventura de un fotógrafo en La Plata (Bioy), Heterodoxia (Sábato) o El hacedor (Borges).
Si bien se trata de ediciones económicas, que no incluyen tapas duras ni sutilezas gráficas, son más que tentadores anzuelos para introducirse en la obra de tres imprescindibles de las letras argentinas.
Con pulso del boxeador. El hombre, lo menos parecido a un punk, hizo más que cierto eso de “hazlo tú mismo” y ahí están, fatto in casa, sus libros dibujados, armados, impresos y, sobre todo, escritos por él de cabo a rabo en esta Mendoza tan poco literaria. “Poemas para discutir”, “Poemas de boxeador que no contesta” y “Aplastante peso el de la mirada”, los tres zarpazos poéticos de Aldo Rocamora a la fecha, pueden oscilar como un equilibrista ebrio entre el “Club del trueque”, la “Diosa de la rodilla doblada”, el “Ninguneo del merchandising”, el “Sátiro de los sueños” y la sentida “Oda al Rastrojero”. O evocar a los imperecederos Spinoza, Céline Teillier, Marx y Cole Porter pero también honrar a “Los Antonios” (sic). A lo Arlt, Rocamora no está en el detalle porque lo suyo, obrero consecuente, es el revoque grueso, la pared firme y no el cuadro que pende de ella.
Escríbela de nuevo, Sam. Creado y producido en 2007 por el escritor Adrián Haidukowski, “Jam de escritura” no es otra cosa que la literatura “tocada” en vivo. La fórmula es simple: un autor invitado improvisa sus textos frente a los ocasionales espectadores a través de una laptop conectada a una pantalla gigante, mientras un DJ dispara la música elegida por el plumífero de turno. Con su olfato característico, el sello Mondadori tradujo en formato libro las performances de Juan Terranova, Martín Kohan, Florencia Abatte, Oliverio Coelho, Samantha Schweblin, Ariel Schettini, José María Brindisi y Pedro Mairal, entre una veintena de jóvenes escritores. Una jam session que no siempre suena como el jazz más inspirado pero que al menos sugiere algunos acordes interesantes de lo que podría haber sido una gran canción.

(Publicado en Diario Los Andes, 26 de julio de 2009)