La constante prédica que Francisco viene sembrando desde el inicio de su papado  ha tenido más eco en el resto del mundo que en su propio país.
El pontífice brega constantemente por el entendimiento y la integración de los distintos sectores de la sociedad. Propone como consigna básica la tolerancia y el respeto por aquel que piensa distinto. 
Sin embargo, este agitado diciembre en la Argentina es todo lo opuesto a lo que nos insta el líder de la Iglesia católica. 
La intolerancia, el egoísmo, la búsqueda del beneficio sectorial antes que el general, el tomar como enemigo al propio vecino, son gestos de quienes no entendieron el claro mensaje de Francisco.
El reclamo policial que se multiplicó en los últimos días en la mayoría de las provincias parecía partir de una necesidad elemental, como lo es el de contar con un salario acorde a la incremento del costo de vida.
Sin embargo, el planteo se desmadró y pasó a un punto sin retorno, en el que hubo desde saqueos hasta víctimas fatales.
A este estado de las cosas, la presidenta Cristina Fernández lo consideró una extorsión, culpando a las fuerzas de seguridad de liberar zonas para el delito y responder a una planificación que excedía el conflicto policial.
Independientemente de cuánto de esa percepción sea comprobable y real, el poder político quedó como el Rey desnudo. 
El pataleo de los uniformados se salió de madre y nadie estuvo a la altura de una situación tan grave que aún no se termina de evaluar en profundidad.
En realidad, no se trata solamente del conflicto policial. Es la constante confirmación de que el proyecto de país que soñaron alguna vez nuestros próceres sigue sin cristalizarse.
A la luz de lo ocurrido en otros diciembres que marcaron la historia, el clima social de este mes trae dolorosas resonancias. Así lo refleja por estos días Juan Carr, el titular de la Red Solidaria, quien propone la simbólica campaña “por un diciembre en paz”. Consigna que Francisco haría propia sin dudarlo.
En su última edición, la influyente revista Time eligió al Papa como “personalidad del año”. Una decisión editorial que ante todo está premiando el eco universal de un mensaje tan simple de entender como complicado de llevar a cabo.  

(Diario UNO, diciembre de 2013)