Allí, los vándalos festejan la violencia como un gol; Susana Trimarco saca de la modorra a los políticos, y el CEO de La Salada firma que “la tercera es la vencida”.
 
 Tarjeta roja. La intolerancia no se toma vacaciones. Menos en la Argentina. El fútbol, esa pasión tan visceral como catártica, una vez más aportó su cuota de locura en varios puntos del país. Primero, con los incidentes en el clásico rosarino entre Rosario Central y Newell’s que le hubieran borrado la sonrisa al Negro Fontanarrosa. Después, en Córdoba, donde tras el choque entre Belgrano y Talleres 16 colectivos resultaron dañados. Previamente, en el partido, la xenófoba “gastada” de la barra de la “T” –hacer flamear una bandera de Bolivia– terminó previsiblemente con una denuncia del Inadi.
Por supuesto, Mendoza no podía quedar al margen de tanta locura. Aquí a la vuelta, en lo que pretendía ser la fiesta de Independiente Rivadavia festejando en casa sus cien años, los vándalos coparon la parada e impidieron que el resto, o sea la mayoría, disfrutara de un atípico cumpleaños. No todos los días se cumple un siglo, pero la cerrazón mental de un sector de la hinchada de Gimnasia no lo vio así y fue a escupirle el asado a su histórico rival. De cuarta.
Como cantaba Spinetta en La bengala perdida, “de las tribunas se puede regresar / tan sólo hace falta ser de masa gris”. Precisamente, el homenaje al Flaco en el día en que hubiera cumplido 63 años fue la contracara de los desatinos de los barrabravas. “Canciones eternas” fue un show gratuito en el que hubo más de 10 mil personas en el corazón del parque San Martín y en el que todo fue disfrute: los temas del eterno Luis, el nivel de los músicos, las emotivas interpretaciones y hasta el clima benévolo que no fue jaqueado por las típicas tormentas de verano. Una luna llena terminó de darle el marco ideal a una noche literalmente spinetteana.

Sintonía crispada. Pero no sólo el fútbol dio tela para cortar. Como un eco (sintonía fina, por qué no) de aquellas palabras del actor Ricardo Darín que encendieron la ira de todo el universo K, los dichos del también actor y productor Adrián Suar volvieron a levantar polvareda, aunque esta vez en menor medida. “No podés decir nada porque si no sos un golpista”, lanzó a modo de síntesis el factótum de Canal 13, dejando las aguas aún más agitadas.
Ahora bien, ¿podemos sorprendernos en un país que hace culto de alimentar todo el tiempo los Boca-River políticos, sociales y económicos; donde desde la propia Presidenta hacia abajo se fogonea el tole tole permanente? Un microclima al que se lo suele simplificar con el término “crispación” para expresar la irritación, la exasperación que produce la mirada ajena, sobre todo la que ve desde un cristal distinto al propio.

El efecto Trimarco. Así podría caracterizarse la sensación que dejó el paso por Mendoza de Susana Trimarco. La mamá de la desaparecida Marita Verón dio una lección de dignidad y de cómo sin revanchismo se pueden producir cambios. Esta incansable luchadora contra la trata de personas no vino para contar una vez más su durísima historia. Vino para sacar de la modorra al sector político que tantas veces se dice sensible a estos temas pero que no avanza más que en proyectos que luego hacen la plancha en la Legislatura.
En la propia cara del gobernador Pérez y demás funcionarios, Susana les dijo “necesitamos el compromiso de los funcionarios, así como del resto del Estado, que somos todos”. Además de firmar un convenio con su fundación, María de los Ángeles, Trimarco se llevó la promesa de Paco: “Mi equipo y este gobernador están a tu disposición para trabajar sin descanso contra este flagelo y aprender de tu fortaleza, nobleza y energía”.
El mencionado “efecto” se tradujo al otro día en la propuesta de la comisión de Género y Diversidad de la Cámara Baja para que Mendoza cuente con su propia ley contra la trata de personas.
Trimarco partió de la provincia, pero ya había sembrado con creces el debate y hasta la energía suficiente para avanzar de lleno contra la explotación sexual. De hecho, a horas de su encuentro con el gobernador, la Policía Federal y la comuna de Capital rescataban a tres chicas de una posible red de trata y clausuraban un prostíbulo. Ojalá, pensaron muchos, no haya sido un gesto espasmódico sino el comienzo de una firme política contra ese flagelo.

Otra vez sopa (salada). Como ese pariente que cae a casa de tanto en tanto, el proyecto de instalar en Mendoza la megaferia La Salada regresó para escribir su tercer capítulo. Los antecedentes eran dos intentos fallidos, en Guaymallén y Las Heras. Ahora, según el CEO del persa más grande de Sudamérica, Jorge Castillo, la mira estaba puesta en el distrito de Las Catitas, Santa Rosa. Al igual que en los anteriores sondeos, las voces de rechazo y aceptación se multiplicaron. Tan similares fueron que no vale repertirlas, aunque sí sintetizar una y otra posición: los pro Salada sostienen que se generarán numerosos puestos de trabajo y dinamizarán la zona en que se instale, y los contra Salada aseguran que no habría problemas, siempre y cuando cumplan con todas las leyes laborales e impositivas. Sin embargo, ya en off, ponen en duda tal apego legal y citan de memoria el “prontuario” de la megaferia.
Lo cierto es que aunque Castillo afirme convencido que “ya está” y que abrirán una semana antes de las clases, hay filtros legales que no se pueden (o no deberían) saltar. Entidades como FEM, UCIM y CECYTYS les ponen fichas a la Legislatura para que active una medida que, siguiendo los pasos de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, prohíba por 180 días la instalación de estas ferias de grandes dimensiones hasta tanto se le dé forma a una ley que las encuadre con claridad.
De avanzar el proyecto de La Salada, la clave –al igual que con la medida de Godoy Cruz de prohibir la venta de alcohol en bares y restoranes después de las 4– será un estricto control. O será demasiado tarde para ponerle coto a quien no cumpla. Después de Cromagnon, no hay excusa para esconder la lupa.   

A capa y balazos. Si algo le faltaba a esta bizarra Argentina era tener su propio superhéroe. Desde hace un par de años, Capitán Menganno, émulo local del mítico Capitán América, patrulla en su moto las calles de Lanús. Hasta hace unos días no era más que un pintoresco personaje al que los vecinos de la zona saludan como se saluda un loco lindo. Pero el martes pasado intentaron asaltarlo tres delincuentes y el hombre, de identidad reservada (en realidad se trata del ex policía federal Oscar Lefosse, de 43 años), no dudó en dispararles “en serio”. De esta manera logró ahuyentarlos, aunque sin herirlos. Ahí nomás, sus seguidores en Facebook, donde tiene¡30 mil fans!, lo felicitaron con efusión. Igual, podría decirse que el disparo le salió por la culata, ya que desató la previsible polémica acerca de la validez o no de hacer justicia por mano propia. Y para certificar que está más cerca de Guido Süller que de un Batman envasado en origen, al ganar espacio en los medios saltó que Menganno tendría una deuda con el fisco de $22.000 y de más de $150.000 con unos bancos. Lo que se dice un auténtico antihéroe argentino, pero al que más de uno no dudaría en recurrir, cual delivery salvador, ante la irrupción de los chorros.
 
(En Diario UNO, 7 de enero de 2013)