La reapertura de una sala es buen motivo para celebrar y una oportuna excusa para revisitar la infancia.
Todavía, al pasar frente a lo que ayer fue un cine y hoy es una iglesia evangélica, un supermercado o una playa de estacionamiento, siento una extraña sensación, algo ubicado exactamente entre la nostalgia y la bronca. Y la razón, no es tan difícil de encontrarla, es que con ellos se nos fue en primer lugar una parte de nuestra historia personal, pero también un capítulo importante del lugar donde vivimos. Algo que, parece estar más que claro, nunca tuvo eco en la agenda política ni siquiera en la cultural.Por eso lo que ocurrió en San Rafael hace unos días es motivo de celebración. Como contracara de la inolvidable Cinema paradiso, aquella película de Giuseppe Tornatore que sintetizó maravillosamente lo que significa para un pueblo y sobre todo para cada persona la magia del cine y la tristeza de perderla a manos del supuesto progreso, el jueves reabrieron dos salas en el Sur de la provincia.