Pluma o mouse mediante, Ana María Shua es el Zelig de su propio circo: mujer barbuda, trapecista, maga, equilibrista y, por qué no, elefanta, mona o gitana. Ella es ella y ninguna en todos los papeles de este acuario circense al que desarma y desnuda con la maestría, humor y sensibilidad que la caracteriza.
Cada microrrelato de Fenómenos de circo (Emecé) es una estaca, una soga, un parche más en esa gran carpa donde cabe y vale todo. En ese mundo con reglas propias, la mentada magia se sobrepone al lugar común y hasta el lector más avisado puede pasar de largo por la red agujereada.
Los freaks de la autora de Botánica del caos y La sueñera son queribles, revulsivos, entrañables. Vienen de la vida real y de su febril imaginación, y poco importa cuánto tienen de uno u otro. Gétulos, paquidermos, mifps, la poeta écuyeré, icarios y la mujer cara de mula, entre tantos, son parte de un staff tan humano como el payaso perfecto que fue nominado al Nobel.
“¿Cómo sorprender a los malditos, a los cínicos espectadores que ya lo han visto todo?”, lanza como un cuchillo envenenado la Shua, sabiendo que del otro lado no lo podremos atrapar porque a esa altura ya tendremos las manos ocupadas en aplaudir o cerrar el libro.

(En suplemento Escenario, Diario UNO, 21 de julio de 2012)