“El Biblioburro es un muchacho que viene sobre un burro y trae libros”. La simple y certera definición se escucha en boca de una pequeña como parte de un documental que puede verse en YouTube. Ese muchacho es Luis Humberto Soriano, oriundo de Magdalena (Colombia), y se presenta así: “Soy la persona que conduce a través de estos campos la Biblioteca Rural Itinerante Biblioburro”.
Para este maestro de primaria, desde niño la biblioteca representó un lugar mágico, un refugio ante esas obligaciones que tanto presionan a un chico (ir a la escuela, a misa, hacer los mandados). Pero otros niños no tuvieron su misma suerte; iban a la escuela en medio de la selva pero no contaban con libros para hacer sus tareas.
Eso fue más que suficiente para inspirar su quijotesco proyecto. Si los niños no tenían biblioteca, pues había que inventar una. Y este profesor la inventó a fines de los años '90. El capital inicial de su librería portátil fue de 70 libros y una modesta mesita plegable.
Consciente de que los chicos de campo adentro nunca podrían ir a esos templos del saber, Luis fue a ellos cada fin de semana. Y no lo hizo solo: contó con la inestimable colaboración de la burra Alfa y el burro Beto.
El profesor definió desde el vamos su “área de cobertura”: ir allí donde los “peladitos” están lejos ya no sólo de los libros sino de las más elementales comodidades para avanzar en su aprendizaje. Mapa de por medio, este joven graduado en literatura española montó su asno y sin más GPS que sus ganas partió hacia los montes como si fuera el protagonista de uno de esos cuentos que suele contarles a los pequeños con indisimulada pasión.
A esos niños que van creciendo en medio de situaciones violentas, extremas, con su proyecto Biblioburro (el mismo que ya figura hasta en Wikipedia) Luis sueña con “cambiarles la vaina a los peladitos” y que “tiñan el mundo del color que a ellos les dé la gana”.
A partir de la repercusión que obtuvo esta original patriada cultural, Luis logró que se multiplicaran las donaciones de libros, más escuelas empezaran a tener bibliotecas y que los padres también se sumaran colaborando con más burros o en la “logística”. En el 2008 su asnoteca ya acumulaba 4.800 ejemplares, entre cuentos, novelas, enciclopedias y diccionarios.
El profe ejemplar muestra más visión que un ministro de Educación. Escuchemos:
“Éste es un trabajo para largo plazo, donde vamos a cultivar colombianos con mentalidad crítica, con mentalidad constructiva y con mucha imaginación”. La misma que intenta despertarles instándolos a cerrar los ojos para luego concluir con el universal “Colorín colorado…” al que acompaña siempre una sonrisa de satisfacción.

(Publicado en suplemento Estilo, Diario Los Andes, 5 de diciembre de 2010)