Un examen virtual para evaluar a los conductores puso en
aprietos a los mayores de 65. ¿Era necesario?
El Juli, 15 años de pura adolescencia, comenta con
naturalidad: “Entonces yo, que ni siquiera sé manejar, voy y paso la prueba de
taquito. En cambio vos, que en tu vida agarraste un joystick, desaprobás al
toque. ¡Manso!”. Ese vos soy yo que, por suerte, renové mi carnet el verano
pasado y al menos por ahora parece que no deberé someterme a un examen que requiere
más de jugador de PlayStation que de inteligencia y equilibrio emocional.
Las notas que publicó Diario UNO acerca del simulador que se
utiliza –en principio sólo en la delegación de Chacras– para evaluar a quienes
van a sacar o renovar el carnet de conducir, reflejaron antes que nada lo mal
que lo pasaron los mayores de 65 años. Está fuera de discusión que, superada
cierta edad, hay que extremar los controles físicos, por el lógico desgaste que
va sufriendo el cuerpo. Sin embargo, producto del ritmo de vida de hoy, son
cada vez más frecuentes los ACV, los infartos y los ataques de pánico a
cualquier edad, por cierto bastante lejos de esos 65 límite que marca Seguridad
Vial para exigir más que al resto. Punto uno: los controles médicos deben ser
exhaustivos a toda edad. Punto dos: si se quiere detectar el mal manejo, que se
evalúe en una pista de prueba donde se reproduzcan las alternativas más
críticas que a diario debe enfrentar un conductor.
La creciente cantidad de accidentes de tránsito sin duda
encienden la alarma y amerita que los controles sean cada vez mayores, pero
estos deben guardar cierta lógica. Permitir, cual premio consuelo, que los
mayores de 65 años practiquen “a contraturno” con el chiche nuevo no es ninguna
garantía. Y en caso de serlo, que pasen tal prueba sólo aquellos que hicieron
el trámite en Chacras y no el resto de la provincia confirma que no es una
política seria para revertir esas estadísticas que meten miedo. Para el caso,
vale más que se multipliquen los controles viales en las rutas, las multas sean
más duras y la mentada concientización no remplace, como suele hacerse, al
castigo legal que corresponde por violar las más elementales normas de manejo.
Es decir, todo eso que uno sabe desde antes de agarrar un volante y que pareciera
que aún hay que ir inoculando a cuentagotas a cada conductor que se hace el
oso.
Esta máquina, que ni al buenazo de Bradbury se le hubiera
ocurrido, muestra un contrasentido que pocos evalúan o quieren ver: como bien
precisa el periodista Gonzalo Ponce, según las cifras de la Comisión de Estudio y
Evaluación de Estadísticas de Accidentes de Tránsito, los protagonistas de los
accidentes viales mortales tienen en su mayoría entre 18 y 36 años.
El problema, queda claro, no son los “viejitos”. Ellos no
vuelven hasta el moño de alcohol después de bailar, no sacan carnet de piolas
compitiendo en picadas ni se creen la versión vernácula de Rápido y furioso.
Pero ahí están ellos, sufriendo un maltrato más de los tantos que le ofrece la
sociedad a todo aquel que pasa a integrar la bastardeada tercera edad.
Jubilación magra, maltrato social, olvido familiar... Y ahora una suerte de
videojuego que les toma ocho pruebas, mientras a los más jóvenes sólo cuatro.
¿En qué consisten? Se mide “velocidad de anticipación, coordinación bimanual,
tiempos de reacciones múltiples, atención concentrada y resistencia vigilante a
la monotonía” (sic). Tanta es la “convicción” acerca de las bondades de este
aparatejo que ahora se analiza volver a tomar una prueba clásica a bordo de un
auto en remplazo del cuestionado test virtual. Parece joda. Algo así como tras
experimentar con un mate sin bombilla se vuelva a probar colocando una en el
agujero.
El panorama es claro: Mendoza ya no es la provincia bucólica
al pie de la montaña, con acequias cantarinas y un Zonda de tanto en tanto; hoy
sus calles y accesos son los de una capital a la que ingresan a diario unos 300
mil autos. Por lo que no es ilógico buscar nuevas alternativas para evitar el
caótico tránsito en el centro y los accidentes en las rutas, pero para eso no
hace falta volver a inventar la rueda. Alcanza, y vaya desafío, con la
prudencia, el sentido común y la responsabilidad. El que transite otro camino,
avisamos, game over.
(En Diario UNO, 25 de junio de 2012)