Hace muchos años, uno de los primeros profesores que tuve en la carrera de Comunicación Social nos recomendó -casi con carácter de obligatorio- llevar un archivo lo más amplio posible.
Decía que un buen periodista no podía prescindir de esa "herramienta". El oficio le había enseñado el valor de revisitar la historia y no confiar ciegamente en la memoria selectiva.
Apasionados como éramos en aquella estimulante primavera alfonsinista, mis compañeros y yo nos tomamos muy en serio esa tarea de documentarnos para ganar en precisión cuando llegara el momento de informar u opinar.
Con el tiempo, fueron cajas y cajas las acumuladas con recortes, diarios, revistas, folletos, libros; al punto tal de colapsar bibliotecas y placares familiares. La sensación era (sigue siendo) que para ser lo más fieles posible a la verdad nunca hay que improvisar.
Por eso, cuando se habla de que "nadie resiste a un archivo" en realidad lo que se está diciendo es que hay que hacerse cargo de lo que uno dijo allá lejos y hace tiempo.
Si de algo pecamos los argentinos es de tener una memoria de muy corto tranco, lo que claramente termina favoreciendo a los que protagonizaron los más oscuros capítulos de la vida nacional.
Gracias a que nadie anda con un archivo a mano, ellos resurgen de tanto en tanto para mostrarse otra vez en la vida pública, casi impolutos.
Con el avance imparable de la informática, ya no hay excusas para ese olvido. Hoy el famosísimo buscador google permite sondear hasta límites insospechados actos fallidos, traiciones varias y acciones encomiables. Un recurso que en los agitados años 80 nos hubiera aliviado la artesanal tarea del recorte y que hoy nos permite chequear al instante ese dato clave para una nota o bien atar cabos entre el pasado y el presente.
La aún cercana muerte del ex presidente Raúl Alfonsín logró, entre otras tantas cosas, volver a poner en valor la importancia del archivo en este país.
Tanto para aquellos que recordaron al viejo líder radical como un héroe sin mácula como para quienes sólo se concentraron en destacar los aspectos más negativos de su gestión.
Con sus altas y bajas, sus aciertos y sus errores, se podría decir que Alfonsín es de aquellos pocos que incluso en vida resistían la implacable verdad de los archivos.

(Publicado en Diario Los Andes, 7 de abril de 2009)