No es el caso de aquellos huéspedes del hotel Conde Duque, en pleno Madrid, que sin quererlo terminaron armando el rincón más singular de ese lugar y tal vez de todos los hoteles: La Olvidoteca.

Primero fue una pequeña vitrina, pero los olvidados ejemplares eran cada vez más, por lo que hubo que ampliar el espacio. Novelas, poemas, guías de viaje, ensayos, biografías, todo cabe en la Olvidoteca. Quienes la consultan pueden leer allí o llevárselos a la habitación. Esto ha generado un nuevo capítulo: el de los que olvidan libros ex profeso e incluso dejan una notita cual dedicatoria: “Para la olvidoteca”. La extraña ecuación indica que a más olvido, más libros y lectores. Pasajeros con tablets, abstenerse.
(En suplemento Escenario, Diario UNO, 4 de agosto de 2012)