A lo largo del año numerosas veces se hizo referencia al 10 de diciembre como esa línea simbólica que marcaría el cierre de un ciclo y el comienzo de otro en el país.
Hasta ahí lo esperable. Lo que nadie preveía, pese a la mentada grieta, era que se llegara al punto de que el traspaso de mando no contara con la presidenta saliente.
Cristina Fernández consideró un flagrante destrato que se acudiera a una cautelar para delimitar el final de su gestión y, fiel a su estilo personalista, decidió no acompañar a Mauricio Macri en la jura ante la Asamblea Legislativa ni tampoco en la Casa Rosada.
El culebrón del traspaso presidencial terminó dándole un condimento extra al discurso del nuevo mandatario.  
Con un Congreso colmado, el líder de Cambiemos hizo una enfática convocatoria al diálogo, la tolerancia y a sacar del centro de la escena al enfrentamiento.
“Los invito a aprender el arte del acuerdo”, propuso en una suerte de guiño a su antecesora y despertó el aplauso de los presentes.
Su mensaje no se centró, como esperaba la mayoría, en el tema económico. 
En cambio, puso el foco en aquello que preocupa a quienes no comulgan con el ideario de Macri: el rol del Estado, su compromiso de continuar políticas sociales del kirchnerismo y la promesa de “pobreza cero”, uno de sus caballitos de batalla en tiempos de campaña.
Con la siguiente frase buscó despejar toda duda acerca de lo que pretende en cuanto al rumbo de su política social:  “Vamos a universalizar la protección social, para que ningún chico quede desprotegido”.
En casi 40 minutos de discurso, dejó fuertes definiciones. Una de las más contundentes fue su apoyo a la Justicia independiente: “En mi Gobierno no habrá jueces macristas”, advirtió. 
Resaltó además que será implacable con la corrupción, a la que combatirá -dijo- haciendo cumplir la ley. Y reconoció como uno de sus máximos desafíos darle batalla al narcotráfico “como ningún otro gobierno lo hizo antes”. 
A modo de conclusión, Macri consideró que el país no está dividido y que “si los argentinos nos unimos, seremos imparables”.
La vuelta de página llega de la mano de un mandatario cargado de buenas intenciones. Algo que, sabemos de sobra, no basta para llevar a buen puerto a la Argentina, pero que inevitablemente alienta las expectativas. 

(Diario UNO, 11 de diciembre de 2015)

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