Los buenos asesores y, sobre todo, el sentido común, deberían recordarles todo el tiempo a los candidatos el difuso límite entre la promesa, los anuncios y aquello que está fuera de sus posibilidades.
Es entendible que quien aspira a un cargo público anticipe cuáles son sus planes en caso de obtener el respaldo de los votantes.
Cuando esto no ocurre, es cuando la ciudadanía reclama a los postulantes más propuestas tangibles y menos chicanas entre pares.
Sin embargo, entre lo que se anuncia en campaña y lo que realmente se concreta una vez que se accede a un cargo, la brecha es enorme.
Se dirá que el problema no era la idea original sino la forma de financiarla. Y es que ideas tenemos todos, el desafío es cómo hacerlas realidad. 
La mayoría de los candidatos a intendentes y gobernadores camina a diario por los barrios. 
Lo hacen convencidos de que hay que recuperar ese contacto cara a cara que el político “profesional” perdió una vez que la democracia  se percibió consolidada en el país.
Era como que no hacía falta bajar al llano y escuchar de primera oída las expectativas de la gente.
Hoy, cada voto vale cada uno de esos pasos en el territorio.
Quien se somete a esa metología de marketing “humanizado” y sabe capitalizar críticas y aportes, habrá de cosechar un importante capital a su favor.
Más allá de las fotos del beso al candidato, de los niños forzados al saludo incómodo y los cholulos del afiche, de esos encuentros con los vecinos se obtiene un caudal de información muy rico que sería pecado no utilizar en pos de los proclamados cambios.
Pero así como toma nota el visitante, también lo hace el visitado. 
Las promesas que se lanzan con tanta facilidad pueden, a la larga, volverse en contra de quien no cumpla lo prometido.
Aquel que honró su palabra y lo tradujo en una gestión basada en la transparencia, acertó con las obras públicas reclamadas y supo escuchar a los opositores, lo más seguro es que se garantice una merecida continuidad en la función ejecutiva.
Hoy la tecnología es una buena herramienta para detectar rápidamente quién resiste un archivo. Releer, por ejemplo, esas promesas que el viento no se llevó.

(Diario UNO, 29 de mayo de 2015)

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