Hay que reconocerlo: los funcionarios de hoy, sean mendocinos, porteños o patagónicos, tienen respuestas para todo, menos para lo que se los señala públicamente.
Para salir del paso y evitar explicaciones que por su rol deberían dar sin preámbulo, lanzan frases del tipo “es una chicana de la oposición”, “esto es parte de la campaña sucia” o “se trata de un circo mediático”.
Tienen probado oficio en sacarse los problemas de encima. Rara vez se reconoce el error, la falta de visión política o, por qué no, de sensibilidad.
Esto vale tanto para un caso extremo, como el del adolescente qom que murió por un cuadro de desnutrición, tuberculosis y meningitis, como para las galletas donadas a la comuna de Alvear que, por no haberlas repartido a tiempo, se vencieron.
Dos noticias muy diferentes que disparan reacciones similares frente al tratamiento de los temas, ya sea por parte de los involucrados como de los medios que se hacen eco.
Mientras se apunta a los mensajeros (esos que arman el “circo mediático), el problema de fondo sigue ahí, a la espera de que no mueran más niños por desnutrición o que las donaciones lleguen a destino.
Los indolentes tienen una particular habilidad para desplazar el foco del asunto y quedar relativamente afuera del cuestionamiento.
Pero la realidad, siempre tan poderosa e innegociable, es la que finalmente habrá de desenmascararlos. 
Si bien no están en primera plana los responsables de la muerte del chico chaqueño ni los de la comida vencida, quienes los rodean saben qué responsabilidad les cabe.
Si están por encima de ellos jerárquicamente no pueden no tomar medidas. Si cumplen la función por la cual los ciudadanos, a través de alguna votación, les confirieron alguna representatividad, deben honrarla. O irse.
La frivolización que hoy tiñe a casi todo ha conseguido que la información circule por tantos circuitos y a tanta velocidad que en el camino va mutando.
Al final de recorrido, lo que llega a destino es una extraña mixtura de novedad, opinión, malicia y prejuicio que, en definitiva, termina favoreciendo a los funcionarios corruptos o, siendo benévolos, a los ineptos.
Hacerse cargo es una consigna que habrá que militar fervorosamente desde Ushuaia a La Quiaca. O viralizar, si prefieren.   

(Diario UNO, 11 de setiembre de 2015)
Se supone que de una catástrofe natural algo podemos aprender. Aunque frente a la desmesura de esos fenómenos poco pueda hacerse, contar con una política de prevención debería menguar su impacto.
Si bien la ciencia no puede pronosticar un terremoto, el solo hecho de que los mendocinos vivimos en una zona sísmica implica estar preparados. En teoría, claro.
Si se compara cómo reaccionaron chilenos y mendocinos frente al sismo del miércoles, quedará evidenciado que los trasandinos sí poseen una cultura sísmica. 
Quizás por haber sufrido terremotos más dañinos y dramáticos que de este lado de la cordillera estén más concientizados ante estos eventos naturales. 
Pero es llamativo y preocupante que a nosotros nos cueste tanto despertar esa conciencia que se supone atada a la más obvia supervivencia.
Se dirá que periódicamente se realizan en las escuelas y en los organismos públicos ejercicios de prevención sísmica a través de simulacros.  
Es cierto, pero se realizan más para cumplir con una rutina que se baja desde las autoridades más que por convicción de que hay estar siempre listos, como los boys scouts.
Hacerlo de esa manera, casi con indiferencia, se nota en situaciones como la que se vivió este miércoles.
Si el primer consejo es no perder la calma, la mayoría optó por correr, no reparar si había vidrios cerca o cuan lejos se estaba de un lugar con garantías de seguridad.
Ni hablar de contar con un kit de emergencias, especialmente preparado para ocasiones como la del reciente terremoto en suelo trasandino.
La errónea sensación de que lo grave siempre habrá de producirse del lado chileno nos lleva a seguir creyendo que lo lógico es que nos toque la mejor parte de lo peor.
Una mendocina que vive en el vecino país contaba a UNO que en su edificio está perfectamente organizado cómo realizar una evacuación, qué hay que tener preparado en un bolso de mano y a quién recurrir ante un problema de salud. 
La conclusión es tan obvia como simple: nos falta muchísimo para considerarnos una provincia bien preparada en materia sísmica. 
Somos amateurs en la materia.
Para revertirlo hace falta más que un compromiso personal. Se requiere de una política de Estado.     

(Diario UNO, 18 de setiembre de 2015)
Estamos atravesando una época marcada por la opinión más que por el pensamiento y la reflexión.
Para esto, el psicólogo y escritor Gabriel Rolón, tiene un simpático neologismo que lo define con precisión: el “paramisismo”. 
El giro surge de ese recurrente “para mí...” que muestra que, en especial los argentinos, solemos tener opinión para todo. O todo nos invita a fijar una posición que no siempre le importa al otro.
Esto vale tanto para un Boca-River, las elecciones en Tucumán o la nueva pareja de Jorge Rial. 
Ningún tema parece estar exento de nuestra opinión. Lo cual no está necesariamente mal, el problema es cuando esa reacción casi automática no está sustentada en argumentos sólidos. Es decir, cuando es algo más bien espasmódico, no producto del análisis.
Para Rolón, nuestro común modus operandi tiene una explicación. La historia del país ha estado signada por la alternancia de períodos democráticos y de dictaduras militares. “Especialmente la última de estas instaló de un modo fuerte la palabra represión. Fue un período en el que no se podía hablar libremente, ni se podía opinar”.
La recuperación de la democracia significó entonces la posibilidad de recuperar la palabra, la expresión en su más amplio sentido.
“Esta imposibilidad -considera el citado autor- ha sido crucial en el estado actual de nuestros medios, ya que elevó la opinión a un altísimo y tal vez exagerado nivel. Y a modo de formación reactiva generó la casi obligación de opinar sobre todo y sobre todos”.
La descripción de Rolón es precisa y fácilmente perceptible en cualquier espacio radial, televisivo o gráfico. 
El paramisismo copó todos los espacios, pero eso no significa necesariamente que esté mal. Si se ha resaltado la importancia de haber recuperado la libertad de expresión, no vamos a cercenarla gratuitamente desde el prejuicio. 
Sí podríamos plantear, sin que se confunda con una actitud censora, que sería más valioso empezar a capitalizar la llegada que tienen algunos medios para compartir algo más que ese “para mí” que rara vez aporta y hace crecer.
En lugar de ese subjetivo parecer, bien se podría  ofrecer un pensamiento, una reflexión, una mirada alternativa, que nos sitúe en un lugar distinto, tal vez mejor, que antes de haber lanzado al aire a las palabras como si fueran monedas de poco peso.  

(Diario UNO, 19 de setiembre de 2015)
Uno de los enormes baches que deberá tapar quien presida la Argentina a partir del 10 de diciembre es la alarmante falta de estadísticas claves para poder radiografiar los puntos flacos del país.
Las recientes muertes de niños desnutridos reavivó el debate acerca de la pobreza y la magra información que se maneja sobre el tema.
No es que la sola exhibición de los números allane el camino a una solución inmediata, pero tampoco se puede avanzar a tientas si se pretender enfrentar a ese flagelo. 
Desde el 2007, año en que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC)  fue intervenido, las cifras de la pobreza desaparecieron como si con ese gesto arbitrario se terminara definitivamente con ella.
El propio organismo reconoció que “se discontinuó la publicación de la serie histórica de la medición de Incidencia de pobreza e indigencia por ingresos monetarios que se venía realizando desde 1993 por contar con severas carencias  metodológicas”.
Para ser precisos, el INDEC sí publicó esos datos, pero con la distorsión de las cifras de la inflación daban como resultado un cálculo oficial de la pobreza que perdía toda seriedad y relevancia.
En una entrevista para el diario La Nación, el propio embajador argentino en Chile y ex ministro de Salud, Ginés González García, reconoció que “un país sin números no puede planificar”.
Como contracara, el ministro de Economía, Axel Kicillof, admite temerariamente que él no tiene el número de pobres “porque me parece que es una medida bastante estigmatizante”. 
Con liviandad se habla de los números como si no se correspondieran con personas de carne y hueso; muchas de las cuales suelen ser movilizadas -clientelismo mediante- para votar a candidatos que luego habrán de omitirlos de una auténtica política de inclusión social y económica.
El protagonismo se lo llevaron los casos del Chaco, pero no son los únicos. Por eso es fundamental que se “refunde” el Indec, con una auditoría ad hoc del Congreso y de intachables referentes de los organismos sociales, y en función de una lectura seria y profesional de los datos de la realidad se avance en las prioridades.
La Estadística es mucho más que un montón de números y gráficos complejos. Los mercados, los gobiernos, la medicina, la ingeniería, requieren de su auxilio para modificar el rumbo de aquello que va mal. Candidatos, por favor apunten esta obviedad.    

(Diario UNO, 24 de setiembre de 2015)
Pocas veces en la historia del periodismo argentino se ha recurrido con tanta asiduidad al uso de las comillas como en este año súper electoral. 
Las citas textuales están a la orden del día. Y eso tienen un origen, una razón: el declaracionismo full time.
Todos, especialmente los políticos y más en plena campaña, tienen -o creen tener- algo para decir. ¿Acerca de qué? ¡De todo!
Con la misma impostada solvencia, pueden opinar del agua en Marte, el impacto del cambio climático, la violencia
en el fútbol, el crecimiento del delito, los pro y los contra de la minería, hasta los puntos flacos de la plataforma de sus oponentes.
Y aquí hagamos los medios un humilde mea culpa. Sea para contar con la fuente precisa para una información, pero también para llenar un espacio, el candidato equis es convocado a opinar casi todos los días acerca del más amplio y variado menú.
Lo importante es capitalizar ese instante que sume en la diaria tarea de instalar su imagen y su mensaje en la ciudadanía.
Para descarsar de sus verbas inflamadas, nada mejor que una foto. Esa que, ahí sí, dirá más que mil palabras y abrirá, en su calculada estrategia, dos mil puertas.
La verborrea, que encuentra campo fértil en las habitualmente agitadas redes sociales, obtiene como paradójico resultado que el eventual oyente no retenga nada de lo dicho.
Ese cúmulo de palabras son lo más parecido a un zumbido y, como tal, molesta. 
Rara avis es aquel político que habla poco y bien. Que dice mucho sin abusar de la retórica de su devaluado oficio. 
Algo de esto se patentizó en el debate presidencial del domingo pasado. Cada candidato tenía respuesta para cada tema. Las frases, en general, sonaban bien construidas, pero lo que se decía no destacaba por lo profundo.
¿Hace falta decir que lo que no abundaron fueron las ideas? El espectador del histórico encuentro quedó con la sensación de que nadie quería aportar algo creativo y distinto, superador, por miedo a que el contrincante lo capitalizara en caso de acceder al sillón de Rivadavia.
Con el insoslayable cupo de responsabilidad que nos cabe a los medios, se impone empezar a desatar esa maraña y lograr que al menos una palabra en limpio salga a la luz. Una, pero que diga mucho. 

(Diario UNO, 7 de octubre de 2015)
Frente a la referencia de emblemáticos casos de jóvenes desaparecidas, como Johana Chacón y Soledad Olivera en Mendoza, u  otros nacionales como los de Marita Verón y María Cash, cada vez que una chica no regresa a su casa se disparan las más drásticas conjeturas.
Las resonantes muertes de Lola, Angeles y Melina, entre tantas otras, siempre hacen temer el peor final.
Dado el alarmante contexto de inseguridad que atraviesa todo el país, es lógico y natural que cualquier padre reaccione inmediatamente haciendo la denuncia policial.
La sensibilidad que despiertan estos hechos hacen que no sea una tarea fácil para las autoridades. 
Ante la presunción de que puede ocurrir algo fatal, la búsqueda se activa rápidamente con el objetivo de que todo tenga un final feliz.
Los casos de trata de personas que tomaron estado público son lo suficientemente graves como para reforzar las precauciones y no subestimar lo que uno tiende a considerar como una ausencia momentánea.
Lo que ocurre cada tanto, y también preocupa, son las supuestas “travesuras” de adolescentes que, fingiendo un rapto o una situación poco clara, se van de sus hogares por unos días. En el mejor de los casos, siguiendo un amor no aceptado por los padres. 
En otros, una discusión familiar es motivo suficiente para “castigar” a los progenitores por su incomprensión. 
La psicología de los chicos en esta etapa tan propicia a los vaivenes emocionales es un aspecto no menor en el análisis de por qué se escapan transitoriamente como una forma de marcar territorio.
El diálogo permanente con los hijos, en un ida y vuelta que contemple las expectativas y sentimientos del otro, es imprescindible para evitar esas zonas oscuras en el vínculo que a veces eclosionan de una manera dramática.
En tiempos en que las relaciones familiares han perdido espacio por las múltiples actividades que tienen chicos y adultos, no es ilógico que la consecuencia sea que busquen llamar la atención escapándose un par de días, creyendo que se trata de una aventura que algún día le contarán a sus hijos.
Un reciente informe de la UNCuyo reveló que en setiembre desapareció una chica cada 5 días, siendo Facebook la principal referencia de sus búsquedas y hallazgos. 
La mayoría reaparece, pero no todas. En ese temible margen hay una deuda enorme que debemos saldar sin excusas los adultos.

(Diario UNO, 2 de octubre de 2015)
Entre la Gioconda y el turista ansioso hay no menos de 30 visitantes que, como él, pugnan por ver la clásica obra pictórica del renacentista italiano Leonardo da Vinci.
Debido a la distancia y lo complicado del acceso a uno de los imanes del Museo del Louvre de París, debe conformarse con una foto a lo lejos, tomada con su teléfono de última generación. 
Esto, que le ocurrió a un mendocino de vacaciones por Europa, le pasa y le pasará a cualquiera que visite un sitio que se precie de turístico.
Es tal la avidez por registrar cualquier imagen y dispararla al universo virtual gracias a esos celulares inteligentes que la experiencia en esos atractivos lugares es cada vez más distante e impersonal.
Como sostiene el filósofo español José Luis Pardo, “en los museos disparamos a los cuadros con nuestros teléfonos móviles como un pelotón de fusilamiento”.
Rara avis son aquellos que esperan que se dispersen los grupos para acercarse y disfrutar de cerca los detalles de una obra como La Mona Lisa. Escudriñar en qué consiste la magia de un cuadro que es mucho más que eso. 
Lejos, lejísimo del ritual de tomar fotos con cámaras con película y esperar hasta revelarlas para saber en suerte qué tomas quedaron y cuales se velaron o dañaron en el camino, la avasallante tecnología allanó de tal forma el proceso que hoy vivimos en mundo tremendamente saturado de imágenes.
Ante ese frenesí, los viejos álbumes de fotos familiares no pierden el encanto, pero hay que reconocer que han sido superados por los archivos digitales donde se acumula un número exagerado de capturas variopintas.
En aquellos tiempos donde no prevalecía el exhibicionismo per sé ni el culto al ego más banal, una foto servía para documentar un momento especial, un hito en la vida de las personas.
Una imagen condensaba bastante más de lo que representa vernos a sí mismos ahora multiplicados innúmeras veces en las situaciones más cotidianas e irrelevantes.
De regreso a su país, el turista que devino cazador serial de fotos, repasa una cuantas y entre tantas descubre una en especial. Asombrado, se pregunta “¿en qué momento estuve ahí”. 
La respuesta, se contesta para sí, podrá encontrarla una vez más en la agenda del celular, sondeando en google o revisando el historial de su navegador. La vida en un click, como quien dice. 

(Diario UNO, 20 de octubre de 2015)
Desde siempre, los asesores de campaña de los candidatos con altas aspiraciones se encargan de marcarles ítems básicos para no hacer agua en público.
Por ejemplo, qué libros, películas o programas periodísticos son -supuestamente- de su agrado. 
Esto, que parecen simples datos de color, en realidad definen rasgos de personalidad que dicen mucho más de lo que puede sacarse en limpio de una entrevista, un acto frente a militantes o una charla con los vecinos.
Lo que cualquiera se apuraría en encuadrar como meros gustos, en un candidato adquieren una relevancia distinta, singular.
El solo hecho de que un futuro presidente no lea (y no nos referimos únicamente a diarios o revistas, sino libros) ya es un indicador de una carencia no menor.
No se le pide a los representantes que acrediten una formación académica en los distintos rubros ni que sean intelectuales de fuste, pero sí que al menos algunas obras clásicas de la literatura, la política y la historia hayan leído.
En caso de que se esté prejuzgando que carezcan de tales conocimientos, tampoco son lo suficientemente hábiles para destilarlos en sus discursos, sus tête-à-tête con la prensa ni en los actos que requieren de una verba afilada.
Está claro que ese bagaje de cultura general no es excluyente para llegar al podio del poder. Pero no es menos cierto que los estadistas que dejan huella no son personas elementales. 
Acreditan una sensibilidad especial, no siempre deudora del carácter y la personalidad intrínsecos de su persona; más bien son el producto de una búsqueda fructífera.
No alcanza con que un asesor le sople al oído de su jefe un libro de Borges para que pueda sacar patente de lector avezado. 
Al cabo de unos minutos, si lo apuran, quedará en evidencia y el efecto será peor.
El encuentro con obras maravillosas de la literatura, el cine y la música, no tiene un resultado práctico ni mensurable en votos.
Sin embargo, quién puede dudar de que un político con apetencia por lo cultural y lo artístico tendrá una visión de país mucha más rica y más sabia. 
La creatividad también puede ser un músculo a ejercitar por aquellos que nos quieren conducir. 

(Diario UNO, 18 de octubre de 2015)
A lo largo del año numerosas veces se hizo referencia al 10 de diciembre como esa línea simbólica que marcaría el cierre de un ciclo y el comienzo de otro en el país.
Hasta ahí lo esperable. Lo que nadie preveía, pese a la mentada grieta, era que se llegara al punto de que el traspaso de mando no contara con la presidenta saliente.
Cristina Fernández consideró un flagrante destrato que se acudiera a una cautelar para delimitar el final de su gestión y, fiel a su estilo personalista, decidió no acompañar a Mauricio Macri en la jura ante la Asamblea Legislativa ni tampoco en la Casa Rosada.
El culebrón del traspaso presidencial terminó dándole un condimento extra al discurso del nuevo mandatario.  
Con un Congreso colmado, el líder de Cambiemos hizo una enfática convocatoria al diálogo, la tolerancia y a sacar del centro de la escena al enfrentamiento.
“Los invito a aprender el arte del acuerdo”, propuso en una suerte de guiño a su antecesora y despertó el aplauso de los presentes.
Su mensaje no se centró, como esperaba la mayoría, en el tema económico. 
En cambio, puso el foco en aquello que preocupa a quienes no comulgan con el ideario de Macri: el rol del Estado, su compromiso de continuar políticas sociales del kirchnerismo y la promesa de “pobreza cero”, uno de sus caballitos de batalla en tiempos de campaña.
Con la siguiente frase buscó despejar toda duda acerca de lo que pretende en cuanto al rumbo de su política social:  “Vamos a universalizar la protección social, para que ningún chico quede desprotegido”.
En casi 40 minutos de discurso, dejó fuertes definiciones. Una de las más contundentes fue su apoyo a la Justicia independiente: “En mi Gobierno no habrá jueces macristas”, advirtió. 
Resaltó además que será implacable con la corrupción, a la que combatirá -dijo- haciendo cumplir la ley. Y reconoció como uno de sus máximos desafíos darle batalla al narcotráfico “como ningún otro gobierno lo hizo antes”. 
A modo de conclusión, Macri consideró que el país no está dividido y que “si los argentinos nos unimos, seremos imparables”.
La vuelta de página llega de la mano de un mandatario cargado de buenas intenciones. Algo que, sabemos de sobra, no basta para llevar a buen puerto a la Argentina, pero que inevitablemente alienta las expectativas. 

(Diario UNO, 11 de diciembre de 2015)
Diario de viaje, de Matsuo Basho. Fondo de Cultura Económica. 196 páginas.

Hubo un tiempo en que salir al camino representaba una fuente de conocimiento más profunda y movilizante que cualquier escuela o universidad. Matsuo Basho (1644-1694) vivió sólo 50 años, lo suficiente para ser considerado uno de los máximos exponentes de la poesía japonesa.
Dedicado desde muy pequeño a la palabra, encontró en el haiku su voz más contundente hasta convertirse en un maestro de esa forma poética. Cuando ya contaba con un gran número de discípulos y una consideración pública en su rubro, Basho decide ser un peregrino que vaya al encuentro de la vida en lugar de resignarse a la espera.
Ser un poeta itinerante no era una rareza en su época, lo que dotaba naturalmente a sus relatos de un intercambio humano y literario de una intensidad singular.
En sus diarios, Basho vuelca el impacto que le produce la inabarcable belleza de la naturaleza y sus misterios, pero también la intensidad emocional y la profundidad espiritual de sus encuentros con viajeros, lugareños y amigos entrañables.
Sus memorias del camino, compiladas en estos Diarios de viaje, recopilan relatos de Diario de una calavera a la intemperie, Viaje a Kashima, Cuaderno en la mochila, Vieja a Sarashina, Senda hacia Oku y Diario de saga. En todos desgrana sus impresiones y conjeturas, ilustradas con haikus de su autoría y de sus ocasionales acompañantes.
“Vida, viaje y poesía se dan cita, se reconcilian, se entreveran con gracia, en los escritos de un hacedor tan culto como sencillo, tan abarcador como penetrante”, escriben Alberto Silva y Masateru Ito en un prólogo esclarecedor.
Basho basaba su credo poético en dos ejes: el cambio y la permanencia.  Dos caminos que finalmente confluían en un sendero místico, siempre haciendo pie en “las inestables huellas del pasado”, aunque con el temor de terminar “como una calavera al borde del camino”.
“Como sobre bastón, me apoyaba en las palabras”, apunta en el comienzo de su viaje de mil lenguas. Por entonces advertía a quien quisiera escucharlo: “Yo no soy un monje, tampoco me siento alguien del mundo corriente. Bien podría ser considerado como un murciélago, mezcla de ratón y pájaro”. Un peregrino poseído por los duendes viajeros.

(Diario UNO, suplemento Escenario, 2016)
Colgando de un hilo, de Dorothy Parker. Lumen. 187 páginas.


Mucho antes de que la escritora Candace Bushnell ganara fama con sus columnas sobre la vida de las féminas de Nueva York, que luego devendrían en la famosa serie de tevé Sex and the city, Dorothy Parker mostraba al mundo cómo sentían, vivían y pensaban las mujeres de su época, léase principios del siglo XX.
Nacida en Nueva Jersey en 1893, autora de cuentos y poemas y guionista de Hollywood en la posguerra, se instaló de muy joven en la ciudad de los rascacielos para convertirse en su principal cronista. Tan cáustica como inteligente, aseguraba que lo primero que hacía al levantarse era lavarse los dientes y afilarse la lengua.
Por lo general, sus relatos –especialmente los de Colgando de un hilo- hacen zoom en historias mínimas de hombres y mujeres, marcados por los desencuentros emocionales, el alcohol o las locuras propias de cada género.
Sutil observadora, Parker no mezquina humor negro, acidez y hasta cierta conmiseración con los protagonistas de sus historias; como si al final quisiera decirnos que todos tenemos nuestros puntos flacos y casi las mismas defensas frente a los imponderables del corazón.
El título Colgando de un hilo opera como una metáfora de la incomunicación en tiempos en que un smartphone hubiera hecho estragos. En aquellos agitados años 20, de ley seca, jazz y mafias hiperactivas, el teléfono era para Parker, mejor dicho para su criaturas, ese puente por lo general roto entre una mujer a la que le iba la vida en un simple llamado y un hombre demasiado perdido en sí mismo.
Si bien esta colección de cuentos, publicados en famosas revistas como The New Yorker, Vanity Fair y Vogue, entre otras, no representa lo mejor de la autora, sí sirven como amable introducción al universo de esta dama que murió como vivió: en un hotel de Nueva York, acompañada por su perro y con una copa de whisky escocés en su mano. Y sí, con su lengua más afilada que nunca.

(Diario UNO, suplemento Escenario, 2016)

Tan amadas como demonizadas, las redes sociales espejan mejor que cualquier estudio sociológico o sondeo a medida el hedonismo de hoy.
Nunca como en este tranco del siglo XXI hubo tanta avidez por ser protagonistas. Un "aquí estoy" que suele dar más vergüenza ajena que orgullo propio. Todos quieren ser el que está arriba del escenario, no el que aplaude. ¿Será por eso que seduce tanto el Karaoke, donde por tres minutos un micrófono permite sentirse el otro yo de un ídolo?
En su libro Volverse público, el filósofo y estudioso de los medios, Boris Groys, da en la tecla: "En la sociedad contemporánea nadie es capaz de contemplación. Hoy, todo el mundo es artista, todo el mundo quiere decir algo, escribir algo, colgar algo en internet. Todo el mundo está interesado en hacer cosas, pero nadie tiene tiempo ni interés por mirarlas".
Cada segundo se suben 8.796 fotos a Snatchap, 8.102 a WhatsApp y 4.501 a Facebook. Esto grafica la pulsión irracional por "documentar" hasta lo más intrascendente, no importando si a alguien puede interesarle ese irrelevante matambre a la pizza, una vista general de la Bombonera o un Mick Jagger tomado a tres kilómetros.
Si creíamos que en los detalles o en lo simple estaba lo esencial (como asegura el spot de una tarjeta de crédito), aquí lo que prima es su banalización. No es lo mismo el primer día de clases de tu hijo que un pedazo de entraña crepitando en la parrilla.
Esa autosuficiencia alimentada por smartphones cada vez más vivarachos ratifica las palabras de Groys al asegurar que "todos creen que puede hacer las cosas por sí mismos. Nadie está interesado en ser persuadido por nada".
Tener 10, 100 o 1.000 amigos en Facebook es garantía de público cautivo, de claque ad hoc. Para sostener esa "amistad" virtual, bastará con un "me gusta" de tanto en tanto.
Dentro de la babélica internet, quien más quien menos, somos esos bichos raros "permanentemente expuestos a la mirada del otro" (Groys dixit). Estamos y no estamos. Somos y no somos. Y para bien o para mal, todo trae fecha de vencimiento. Llámese imperio romano, Beatles o Mirtha Legrand.
(Diario UNO, 20 de marzo de 2016)

La medida de los posible es el más reciente texto del escritor y periodista Rubén Valle, y fue editado por Ebook Argentino.

La medida de lo posible es el nombre del recién editado libro del periodista y poeta mendocino Rubén Valle, quien es además director periodístico de Diario UNO
Confirmando que la palabra es una isla para tomar por asalto, Valle construye en este texto un mundo paralelo, con reglas propias donde sólo hay vía libre para contarlo todo.
El autor toca el timbre y no sale corriendo. Se envía cartas a sí mismo y no las lee porque sabe que, en el fondo, ya está todo dicho. Vana tarea -y pueril paradoja- la de intentar sintetizar de qué va y de qué viene un libro de microficción.
Definirlo sería como querer recordar una película que se vio hace treinta años en blanco y negro, sabiendo que ahora la memoria habrá de recuperarla en color, sin arrugas y con el sex appeal de Angelina Jolie.
La medida de lo posible no es una sino unas cuantas cintas que vuelven a verse en la tele y, como tal, también tiene algo de cita a ciegas. Ahí está, este libro es una cita a ciegas. Verlo es verla. O al revés.El autor ha publicado los libros de poemas: Museo flúo (1996); Los peligros del agua bendita (1998); Jirafas sostienen el cielo (2003); Placebos (2004); Tupé (2010) y Grietas para huir (2012, Ebook).
Asimismo, integra las antologías de poesía Promiscuos y promisorios, La ruptura del silencio, Martes literarios y Poesía en tierra (Centro Cultural de España en Buenos Aires). Como narrador, en tanto, participó en las colecciones Mitos y leyendas cuyanos, editado por Alfaguara, y de la antología de textos para niños Ellos, los otros & nosotros.
En 2006 fue incluido en el documental Poesía extrema, que reunió testimonios de escritores argentinos y canadienses. Ese mismo año fue convocado a participar en el XIV Festival Internacional de Poesía en Rosario. En dos oportunidades obtuvo el primer premio Certamen Literario Vendimia en la categoría poesía, organizado por el Ministerio de Cultura de Mendoza. En 2007 ganó el primer premio del concurso literario organizado por la Ciudad de Mendoza.En 2013 publicó en la editorial Ebook Argentino su libro de relatos y microrrelatos Desperté en el bosque después de haber soñado un bosque.
La medida de lo posible salió a la venta en diciembre del año pasado y se puede comprar en el sitio oficial de Pampia, bajo el sello Ebook Argentino, así como en Amabook, Amazon Argentina y Estados Unidos, Amazon España, Amazon México, Bajalibros, Boutique del Libro, Casa del Libro, Gandhi México, Grammata, Librería Santa Fe y Paidós.
(Diario UNO, suplemento Escenario, 6 de enero de 2016)
Que el ciclo lectivo 2016 se inicie con un paro habla del lugar que ocupa hoy la educación en la Argentina. 
Se dirá que el salario del docente es una razón de peso. Pero está fuera de discusión que deberían ganar mucho más de lo que ganan hoy. Acá y en cualquier punto de la Argentina.
Lo que entristece y frustra es que no se logre pergeñar un mecanismo superador que permita continuar con la discusión salarial sin que eso implique dejar a los chicos sin clases.
No les estamos dando los adultos un buen ejemplo ni un mensaje para aplicar a futuro. 
De un lado de la mesa de discusión se argumentará que el mensaje es luchar por lo que se cree es justo (el sustento económico del maestro).
Del otro, acudirán a la frase hecha pero no por ello menos cierta de que “la educación es la base del desarrollo de los pueblos”.
Aunque la razón asista a ambos contrincantes (Gobierno provincial y gremio docente), la realidad del presente educativo nacional no está en standares tan altos, más bien todo lo contrario, como para darnos el lujo de desviar el foco. Y el foco debe seguir siendo la formación de los alumnos, no la pelea salarial.
Podrá argumentarse que la medida de fuerza es por sólo un día; poco si se compara con la cantidad de feriados largos y los perdidos por jornadas docentes.
La cantidad es relativa si de lo que hablamos es de algo más importante y esencial: qué lugar ocupan los niños en nuestro orden de prioridades en la agenda institucional.
Lo que venimos observando desde que comenzó la pulseada en paritarias es la natural guerra de nervios, pero sobre todo un fuego cruzado por fuera de los cauces de la negociación que excede la típica chicana para caer en la agresión más directa y artera.
Y lo peor, en la mayoría de los casos existe una alarmante falta de información que no es casualidad. En este tire y afloje recurrente la confusión es pingüe negocio para algunos.
Lo extraño, lo sorprendente, es que muchos de los que se dedican a replicar rumores y verdades a medias en Facebook y otras redes sociales no contribuyen a elevar el nivel de la discusión de fondo.
Más tarde o más temprano habrá acuerdo y lo que se entiende por “normal” volverá al redil. Si se pretende crecer, sería imperdonable que por una vez no se lleve a la mesa de negociación un buen porcentaje de autocrítica. De ambos lados, claro.

(Diario UNO, 29 de febrero de 2016)
Si del campo a la góndola hay productos  cuyo precio se multiplica por siete, tal como lo revela un informe de la CAME, evidentemente hay una distorsión en el camino que amerita a tomar urgentes medidas para menguar el impacto en los consumidores.
A ese blanco móvil apunta el flamante Sistema Electrónico de Publicidad de Precios Argentinos (SEPA), que ayer fue lanzado oficialmente por el gobierno nacional.
A través de esta plataforma virtual los comercios tendrán que informar en forma diaria los valores de productos de consumo masivo. 
Los listados estarán disponibles en internet en los próximos 30 o 45 días para que los consumidores puedan comparar y elegir dónde les conviene más comprar determinados productos.
En teoría, este plan de defensa al consumidor oficiará como una suerte de fiscalización permanente que evite que los comerciantes se desmadren remarcando todo el tiempo.
Esto último constituye casi un deporte nacional, atado a la excusa verosímil de que la inflación los obliga a cubrirse para no perder por nocaut.
El quid de la cuestión es que el que más termina perdiendo es el comprador, quien no cuenta con mecanismos ni herramientas para equilibrar esa pulseada permanente con los formadores de precios.
El concepto de este sistema es que el control ya no lo ejerza únicamente el Estado sino que haya un compromiso activo de los ciudadanos para chequear, comparar y denunciar cuando no se cumpla con lo pactado.
Está previsto que quienes incumplan la flamante normativa reciban multas que van desde los $100 a los $5.000.000.
En su momento, el gobierno de Cristina Fernández acordó con los supermercadistas encuadrar en el plan de Precios Cuidados valores y productos de referencia para garantizar que lo básico no se trasformara en privativo.
Esto se cumplió como método, pero por lo general el ingenio y las estrategias de los comerciantes consiguen sortear los límites pactados.  
La batalla contra la inflación, tal como lo aceptan las principales cabezas de la economía del macrismo, demandará no menos de tres años. 
Frente a la alarmante pérdida del poder adquisitivo, no queda opción más que empezar ya mismo a marcarles la cancha a quienes siempre se la marcan al eslabón más débil. 

(Diario UNO, 16 de febrero de 2016)

Días difíciles, revueltos, para la Argentina. El escenario político y social supura una complejidad y turbulencia que impide, aún con buena voluntad, percibir el vaso medio lleno.
Para esto último, valdría acaso destacar la llegada del líder francés, Francois Hollande, y su compromiso de apoyar al país. O parte de los cambios en el Impuesto a las Ganancias. 
Pero lo que termina copando la parada en materia de protagonismo mediático son las reacciones, prácticamente en cadena, que se desprenden de la meneada negociación en paritarias
o las marchas en reclamo de la reincorporación de empleados que fueron despedidos de la administración pública.
A ese clima espeso en ascenso, aporta su cuota el agitado debate por el protocolo antipiquetes, donde desde uno y otro lado se plantea lo constitucional e inconstitucional aunque provenga de la misma Constitución. 
La realidad, vista,  analizada y distorsionada, según el cristal del ocasional analista.
Desde el oficialismo consideran que los casi tres meses de la gestión del presidente Mauricio Macri ameritarían ser menos categóricos en los juicios. 
Una nueva visión de país, con el consiguiente cambio de rumbo, no es tarea de corto plazo, argumentan los referentes de Cambiemos.
En materia de paciencia, el argentino puede dar lecciones al mundo. 
Lo que inquieta, y hasta irrita, es que se demore tanto en la queja cuasi tanguera de la herencia y cueste otro tanto poner primera.   
¿Era preciso denunciar los excesos administrativos, financieros, laborales, judiciales, de la anterior gestión? Claro. Pues bien, así se hizo y profusamente.
Resultaría difícil encontrar a alguien que no haya escuchado al intendente equis denunciando una y otra vez lo que encontró (o más bien no encontró) al asumir su cargo.
Pero el diagnóstico ya está más que claro. Urge que los gobernantes se enfoquen en poner en marcha un programa que sea lo mejor para todos. Para eso se los votó, dirá don Perogrullo.
Hacerlo puede tener sus lógicas resistencias, tal como se está reflejando en algunos sectores que no ven mejoras donde quien las propone sí.
El impacto sería menor, podría inferirse, de mediar una muñeca política más experimentada y sensible que no pierda en la primera pulseada. 

(Diario UNO, 26 de febrero de 2016)
Desde años ha se sabe que la “bendición” del Papa no es la misma si el receptor en cuestión es el feligrés Juan Pérez o el mandatario Equis. 
Mejor dicho, no se “lee” de igual manera. No median en el segundo caso, razones de fe o creencia alguna. Lo simbólico son los protagonistas y en ese gesto va implícito una innegable carga política.
Si para cualquier gobernante sacarse ciertas fotos es fundamental para enviar mensajes en clave a la ciudadanía, la imagen con un pontífice cotiza doblemente.
De ahí que hagan cola presidentes, gobernadores, funcionarios de toda laya, deportistas, actores famosos, rockstars, estrellitas en ascenso, personajes maravillosos y deleznables también, para besarle el anillo al jefe de la Iglesia Católica.
Ayer fue el turno de Mauricio Macri, con quien ya habían tenido un cara a cara en el 2009. Una visita programada con mucha anticipación, que en lo concreto representó apenas 22 minutos de charla.
Las conjeturas, tras el encuentro, fueron de lo más variadas. Que fue una recepción fría. Que a Cristina la atendía con más tiempo. Que no hubo ningún compromiso formal 
de parte de Francisco. Que rechazó viajar a la Argentina en 2016 aduciendo una agenda complicada. Que la reunión fue en la biblioteca del Palacio Apostólico, un espacio donde no suele recibir a los presidentes. 
Lo cierto es que si cede a las comparaciones, el jefe de gobierno argentino sale perdiendo ya que contrasta con el tiempo y el trato que le dedicó a otros mandatarios de la región, como Horacio Cartes (Paraguay) o Raúl Castro (Cuba), con quienes tuvo encuentros de entre 40 minutos y una hora.
Algo que no debería sorprender a nadie, luego de que el Papa le enviara un rosario a Milagro Sala. En ese gesto había una clara toma de posición de parte del Bergoglio de raíces peronistas.   
No obstante, para Macri el balance fue positivo. Del tête à tête en la Santa Sede dijo: “Le comenté mi gran preocupación por unir a los argentinos, dejar atrás los rencores y trabajar en agenda común de 
futuro para resolver los problemas del país”.
En resumen, fuera de la “simbólica” reunión Francisco-Mauricio, lo más positivo para la delegación argentina (de la que formó parte el gobernador Alfredo Cornejo) fue la visita al presidente italiano Sergio Mattarella. 
Éste le anticipó que viajará a la Argentina junto a una comitiva de empresarios. Un guiño más que estimulante para el plan económico del macrismo. 

(Diario UNO, 28 de febrero de 2016)
Los dueños del mundo, de Eduardo Sacheri. Alfaguara. 174 páginas.

Eduardo Sacheri es un recurrente visitante de eso pomposamente denominado "la patria de la infancia". Y como buen patriota, gusta celebrarlo a través de la evocación de sus principales rituales, siendo el fútbol el principal tesoro a (re)conquistar. Las travesuras de aquellos años felices son reconvertidos en relatos donde la memoria autobiográfica se juega trampas a sí misma para darle forma a historias redonditas como esa pelota que se niega a dejar de rodar en la memoria e indefectiblemente habrá de terminar en el patio de la bruja de la cuadra.  
“Nuestros recuerdos siempre son un invento, una ficción, un relato que nos hacemos a nosotros mismos. Nuestros recuerdos son un cuento que nos contamos”, advierte en el prólogo “Casi” la verdad.
A través de 18 relatos, Los dueños del mundo evoca los domésticas epopeyas en Castelar donde jugar a la pelota en la calle, correr riesgos carreras de bicicletas junto a las niñas, tirar rompeportones o aplastar monedas en las vías del tren tenían una dimensión épica.
Navegando en iguales dosis de realidad y fantasía, la liviana pluma de Sacheri nos reconocta con nuestra propia infancia, celebrando una amistad que se suele ir diluyendo en el tiempo y confirmando que ahí también los lectores empezamos a dar los primeros pasos en la escuela de la calle.  

(Diario UNO, suplemento Escenario, 23 de febrero de 2016)

No hay duda de que ni en su peor pesadilla Francisco Pérez imaginó dejar la gobernación de Mendoza como lo está haciendo formalmente en el día de hoy.
Las fintas que debió hacer en los últimos meses para pagar los sueldos (incluso algunos quedaron inconclusos y son parte de la herencia que recibirá Cornejo) y el enorme rojo con los proveedores que pugnan porque se les reconozca tamaña deuda, sintetizan un cierre de ciclo tan malo como preocupante.
Sería injusto medir sólo por la variable económica la gestión del gobernador saliente, pero es el ítem que pone con más énfasis en evidencia cómo se administró la provincia.
Si se hubiera llegado a este punto porque esos fondos que faltan para los salarios se destinó a la construcción de escuelas, obra pública o en sentar las bases de emprendimientos para dinamizar la economía de Mendoza, se podría entender que los números no cierren.
Sin embargo está claro que tal desmadre no fue producto de repartir incorrectamente las cargas en el camino de 4 años de gestión.
Pérez repitió el error de la mayoría de sus antecesores: el no consensuar políticas de Estados, de tal forma que quien hoy asume en su lugar -Alfredo Cornejo- retome aquello que se hizo bien o que hay que seguir consolidando y revise lo que no funcionó.
En cambio, lo que deberá hacer el mandatario radical es empezar una vez más de cero. De ahí que algunos ministerios desaparezcan, otros se fusionen y algunos devengan en subsecretarías. 
Este es un mal propio de toda la Argentina. Las políticas siempre son para enfrentar y convivir con la coyuntura. Una suerte de eterno presente que, a diferencia de los héroes de la independencia y de todos aquellos que forjaron la nación, no pueden ver más allá del día a día. 
En esa línea, el futuro director general de escuelas, Jaime Correas, advertía que los cambios no llegarán de un día para el otro pero que sí hay que empezar ya mismo a gestarlos. 
La falta de visión de país, de proyectar una Argentina más previsible, moderna y sensata, sigue siendo el mayor déficit de la clase dirigente. 
Ojalá que de casos como los de Pérez se aprenda para no seguir tropezando con las mismas piedras.  

(Diario UNO, diciembre de 2015)
pezríoluna, de Martín Echeverría. Editorial El Mono Armado. 2015.


Aunque Martín Echeverría no específique en pezríoluna de qué especie es su inspirado animal vertebrado acuático, tratándose de poesía seguramente tiene buena parte del salmón.  Por eso de ir contra la corriente de lo que marca la tendencia del género. También por la concepción que tiene el autor de lo que es el poema como construcción que cobra su forma más auténtica cuando se hace oral. 
El periodista y escritor, con dos obras publicadas -Los desangelados, abrazos en la intemperie y Los invisibles & otros secretos-, alcanza en este pezríoluna su más alto escalón lírico hasta el momento; lo que en criollo resaltaríamos como madurez. Echeverría juega aquí con los elementos y los paisajes internos y externos; en realidad, arma y desarma a piacere las palabras para que sean ellas las que digan lo que el poeta no quiere o no puede decir. Cada verso es un vértigo amoroso donde el cuerpo da su profesión de fe. "¿Y si el amor se extinguió/ y sólo bebemos con los ojos/ su espejismo que aún navega?", pregunta a una luna que tanto es espejo como testigo. 
Las respuestas que busca el creador "bajan de lo que late/ en la altísima noche", porque todo ocurre "entre la noche y uno" "bajo el párpado de la siesta/ cuando nadie la ve". 
Pezríoluna cumple la premisa borgeana de que la poesía debe tocarnos físicamente como la cercanía del mar. Aquí, quien nos toca es el río. Pero también podría ser la mujer invocada, la luna que fluye, la palabra que nunca pierde la sed.

(Diario UNO, suplemento Escenario, 5 de diciembre de 2015)
Las curas milagrosas del Doctor Aira, de César Aira. Random House. 239 páginas.

Por suerte, César Aira (1949, Coronel Pringles) es cada vez menos un escritor secreto del que todos hablan y pocos leen para empezar a ser un escritor al que se lee al borde del fanatismo. Su fórmula, en caso de haberla, es volver a la esencia del relato, a contar historias, una detrás de otra, como una Sherezade desenfrenada.
A diferencia de autores cuyas obras se maceran un largo tiempo antes de ver la luz, Aira produce y publica no menos de tres libros por año. Razón más que suficiente para que resulte difícil seguirle el tren. O una buena excusa para revisitar su catálogo en constante expansión.
Tal es su producción que Random House creó la Biblioteca César Aira para publicar y reeditar trabajos que el autor de La mendiga canalizó a través de editoriales pequeñas, medianas y grandes. 
Hoy que la obra de Aira traspasó sobradamente las fronteras argentinas, cuenta con no pocos fervientes admiradores en España, México, Chile y Estados Unidos (la madrina del punk rock y poeta, Patti Smith, se declaró su fan).
Las curas milagrosas del Doctor Aira reúne en un solo volumen tres novelas 
cortas: la que da título a esta publicación más El Tilo y Fragmentos de un diario en los Alpes.En las tres, camuflado o a cara descubierta, Aira es un personaje central. Lo autobiográfico se corre del eje sólo cuando es preciso para que la historia se encarrile, pero lo autorreferencial siempre vuelve a tomar las riendas a caballo de un humor muy personal y de la nostalgia por aquello que está al borde del olvido.
Desde la simple evocación de la infancia, con su Pringles natal cual Itaka a la que habrá de regresar una y otra vez, hasta las recurrentes reflexiones acerca del oficio de la escritura, son puntas del inagotable ovillo del queAira no deja de tirar para seguir gestando un corpus literario notable.
Mientras algunos pierden el tiempo en dilucidar si en realidad se está ante un genio o un impostor, dejan pasar la ocasión de disfrutar Los fantasmas, El santo, Varamo, El congreso de literatura, Cumpleaños, para citar un puñado del extenso listado de un autor al que ya no hay que presentar sino recomendar con énfasis.


(Diario UNO, suplemento Escenario, marzo de 2016)

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