PosData a la Generación Beat, de Juan Arabia. Buenos Aires Poetry. Colección Ortodoxia. 103 págs.

Si por ensayo se entiende a ese género literario que permite desarrollar un tema determinado de manera libre y personal, lo primero que salta a la vista es que en PosData a la Generación Beat  Juan Arabia (Buenos Aires, 1983) se mueve como pez en el agua.
El poeta y crítico, quien tiene publicados Canciones del Gólgota (poesía) y John Fante. Entre la niebla y el polvo (crítica literaria), incursiona en un mundo que claramente le es familiar.  De una u otra forma, tanto en sus libros como en su exquisita revista Buenos Aires Poetry, desanda el camino de los escritores beatniks pero sin hacer un alto en los aspectos más transitados. Esto, sin embargo, no significa que no tome aquellos hitos para poder profundizar en los menos conocidos, o detenerse en esas marcas de época que trasuntan la obra de escritores claves en la conformación de un movimiento contracultural que se gestó en Estados Unidos pero luego fue derramándose fuera de sus fronteras.
A partir del big bang que significó Hojas de hierba, la “biblia” de Walt Whitman, autores como Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Gregory Corso, pero también J.D. Salinger y John Fante, se hicieron eco de aquel mensaje seminal de intentar aprehender la vida misma en un texto, sobre todo poniendo el cuerpo. Ser parte de la experiencia, no vivirla como meros espectadores, es lo que unió la acción y reacción de los beatniks.
Arabia nos revela valores, tópicos y temas de la subcultura beat, donde se rompía para construir un nuevo discurso, donde el mayor triunfo -tal vez el único- era vivir en carne propia la mística del perdedor porque allí podía hallarse algo más verdadero que el éxito que ostentaba la sociedad capitalista de entonces.

A contrapelo de estudios culturales que “olvidan qué es lo específico de cada autor, sus verdaderas experiencias y simbolismos personales”, estos ensayos no caen en ese error. Aquí se va al hueso de una literatura “real”, a “una literatura que lo es todo, una época aprehendida por su literatura”. Algo así como celebrar un estado de gracia.

(Suplemento Escenario, Diario UNO, agosto de 2014)
Imitación de Guatemala, de Rodrigo Rey Rosa. Alfaguara. 363 pág.

Si a Borges le dolía una mujer en todo el cuerpo, a Rodrigo Rey Rosa le duele todo su país. En Imitación de Guatemala reúne cuatro novelas breves –escritas entre 1995 y 2006– donde traza una impiadosa radiografía de su patria. Esa a la que cuenta pendulando entre el amor y el odio, la cercanía y el exilio, la ficción y la realidad.
Enmarcadas en los códigos del policial, pero sin atenerse a sus clichés, Que me maten si…, El cojo bueno, Piedras encantadas y Caballeriza, son historias que revelan impiadosamente las cicatrices de una Guatemala marcada a fuego por la violencia y las desigualdades sociales.
En los entresijos de esa realidad turbulenta, la pluma contenida pero siempre precisa de RRR amplifica el eco de ese pulso humano que ni las armas ni el desapego a la ley han podido apagar.
Para el autor de El cuchillo del mendigo, revisitar estos cuatro libros fue “tan natural como necesario”, según reconoce en el prólogo. Por eso en Imitación de Guatemala hay una indisimulada sensación de ajuste de cuentas entre el que relata y un país que aún con todos sus lastres no deja de ser su incómodo lugar en el mundo.
Ficción política, novela negra, experimento cinematográfico, son laxas etiquetas para definir estas nouvelles donde no faltan matanzas de indígenas, secuestros, tráfico de niños, mafias familiares y hasta soterradas historias de amor.

Quien fuera traductor y amigo personal de Paul Bowles, ha ido construyendo al cabo de los años una  obra narrativa que envuelve y seduce de a poco. Y con igual paso seguro, RRR va cosechando el reconocimiento internacional que merece. 

(Suplemento Escenario, Diario UNO, setiembre de 2014)
Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas, de José Saramago. Alfaguara. 149 págs.

Desde que a sus cincuenta y pico José Saramago (1922-2010) comenzara a publicar con frecuencia, su producción no tuvo respiro, ni en cantidad ni calidad. Así fue como el portugués le dio forma a una obra profundamente humana, original, siempre con la tenaz reflexión de por qué el hombre sigue siendo el lobo del hombre.
Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas, la obra que sólo su muerte podía dejar inconclusa, vuelve sobre una de sus obsesiones: el poder y su uso a favor de la destrucción del otro (sea éste vecino, equipo contrario o potencia mundial).
Quien se plantea este dilema moral es Artur Paz Semedo, un empleado de la fábrica de armas Producciones Belona S.A., que busca –entre la candidez y la osadía– determinar el sabotaje de una bomba durante la Guerra Civil española. Para ello cuenta con el respaldo de su ex mujer Felicia.
El archivo de esa tradicional empresa que supo proveer armamento a los malos de la película es la punta del ovillo para la épica investigación del otrora burócrata Artur. Su pesquisa habrá de confirmarle que “los dictadores sólo usan la pluma para las penas de muerte”.
Si bien la cuidada edición le hace honor a los laureles de Saramago, incluyendo grabados del escritor alemán Gunter Grass, y textos del italiano Roberto Saviano y del español Fernando Gómez Aguilera, es inevitable preguntarse qué sentido tiene hacer pública una obra inconclusa; decisión que seguramente el autor de Ensayo sobre la lucidez hubiera cuestionado. Distinto es el caso de aquellos trabajos que permanecen inéditos y que un heredero criterioso sabe exhumar a tiempo para completar y enriquecer la producción de toda una vida. No es este el caso.
Al menos, el Nobel deja flotando una reflexión con su sello, de esas que extrañamos: “¿Por qué nunca se ha producido una huelga en una fábrica de armas?”. Tal vez la respuesta la tenga la inspiradora Belona, la diosa romana de la guerra.

(Suplemento Escenario, Diario UNO, marzo de 2015)
Limbo, de Agustín Fernández Mallo. Alfaguara. 215 págs.

El español Agustín Fernández Mallo es de esos escritores que prefieren transitar por la periferia de las historias. Una posición que también adopta para abordar su oficio. El autor de la trilogía Nocilla (Dream, Experience, Lab) es un border que ha decidido serlo porque en esa profesión de fe hay una apuesta ética y estética irrenunciable. Por eso la literatura es apenas un eslabón más en su proceso creativo, que se completa con su grupo de rock Frida Laponia y un dúo de spoken Word, Afterpop Fernández & Fernández (música, video y textos).
Con ese particular GPS lírico como rampa de despegue, Limbo es una historia dentro de varias historias. O viceversa.
A fuerza de tener que sintetizar una trama tan laxa como reconcentrada, podría decirse que una mujer relata con indolencia su secuestro en el DF mexicano; que una pareja va en busca del inasible Sonido del Fin del Mundo cruzando el desierto americano; que dos músicos se instalan en un cháteau francés para grabar un disco que los instale en la posteridad; y que un escritor español conoce a chica mexicana en una librería y por amor o soledad deciden irse a vivir juntos ese primer día.
Las historias van por su correspondiente carril, pero se sabe: en un segundo, alguien puede perder el control del volante y terminar en la vía contraria. Fernández Mallo es un conductor que no teme encender un cigarrillo o hablar por teléfono mientras maneja. No extrañe entonces que circular a contramano conecte los relatos y los instale en ese limbo que tanto tiene de cielo como de infierno.
Concluir si triunfa la vida por sobre la muerte sería una definición demasiado pueril para este licenciado en Ciencias Físicas que hace de la incertidumbre el punto de partida y de llegada.
En Limbo nada es lo que parece. Sí, exactamente como su propio autor.

(Suplemento Escenario, Diario UNO, noviembre de 2014)