Luis Ruffato es hoy uno de los autores más importantes de la literatura brasileña. Su libro Ellos eran muchos caballos lo catapultó al canon de los grandes en los agitados pagos de Dilma.
En su currículum puede leerse repartidor, vendedor de pororó y tornero mecánico. Y a vuelta de página, el salto sin retorno al periodismo y a la literatura, su actual métier.
El universo de la clase media baja es el eje de una producción narrativa que incluye obras como Mamma, son tanto felice, O mundo inimigo, Vista parcial da noite  y O livro das impossibilidades.
De cómo un hombre que se crió en una casa sin biblioteca, con un padre semilfabeto y una madre analfabeta, terminó escritor y militante de los libros, es uno de esos misterios que sólo puede hacer posible la magia de la palabra.  ¿Un milagro, acaso?
Como si se tratase de un artefacto más de la ficción, Ruffato creó la Iglesia del Libro Transformador. En ella, cada feligrés da cuenta de cuál fue ese libro que le cambió la vida para siempre.
Lo que arrancó como una humorada, tuvo un eco notable en Facebook, donde día a día desembarcan un buen número de blasfemos e iconoclastas que aman los libros tanto o más que a un club de fútbol o a su pareja. Pero también hay dos páginas web (www.igrejadolivro.br / www.igrejadolivrotransformador.br) que militan esto de incentivar la lectura en un mundo que lee más la pantalla de un celular que un clásico de Poe o la última de Le Clézio.
El efecto no se detuvo en la red social. Fue mayor aún. Una biblioteca en Curitiba nació con esa consigna de que leer nos cambia la vida y a su vez los eventos literarios de esta ekklesia se multiplican con la misma misión de manifestar la fe en ese objeto que otros se empeñan en dar por muerto. En vano, claro.


(En suplemento Escenario, Diario UNO, 6 de julio de 2013)