Los escritores locales Rubén Valle y Eduardo Gregorio fueron seleccionados en el Concurso Internacional de la Herencia Latina. Poesía de exportación publicada en un libro que se vende en todo el mundo por Amazon.

Por Javier Cusimano


Lejos de lo que comunmente se comenta por los pasillos de las librerías y en contra de todos aquellos malos augurios que de tanto repetirse terminan contaminando las opiniones, la poesía no ha muerto y los poetas están más vivos que nunca.
Y si no, pregúntenle a dos de los mejores poetas que ha dado el suelo mendocino en los últimos años, Eduardo Gregorio y Rubén Valle (quien además es periodista de Los Andes).
Ambos escritores son los recientes ganadores del Concurso Internacional de Poesía Fundación de la Herencia Latina 2011. Con este premio los versos nacidos de corazones acunados bajo el sol y el cielo de esta pedazo del mundo traspazan las fronteras territoriales y salpican otras culturas distintas a las nuestra.


“Una isla en la isla”

Participaron del certamen 1500 poemas pertenecientes a artistas de todo el continente y el mundo, entre los que cuentan poetas oriundos de América del Sur, México, El Caribe, Estados Unidos, Canadá, España y países de Europa. De esta cantidad de poemas recibidos sólo 117 fueron premiados y el resultado de la convocatoria ha sido editado hace unas semanas bajo el título "Una isla en la isla".

El libro ya está disponibles para la venta y cualquier interesado puede tener un ejemplar ingresando a la página de internet Amazon.com (cada copia puede adquirirse a 26.95 dólares, que es retribuido en parte a la fundación y el resto a cada uno de los autores).

Para los encargados de llevar adelante el proceso de selección, el trabajo "fue arduo y complejo en virtud del rigor y el alto nivel artístico y literario de las obras concursantes". Los resultados fueron más que sorprendentes dado que "el nivel lírico de las obras recibidas resultó simplemente ejemplar y memorable.

Los autores han escarbado y profundizado en lo más hondo de su ser conquistando los versos más melódicos y escabrosos y logrando dibujar el contorno exacto de sus mundos imaginarios y empíricos. Los poemas ganadores son un reflejo fiel de lo que la existencia humana entraña", recalcaron entusiasmados.

“Odiseo revisitado” fue el poema que le dio a Rubén Valle la posibilidad de formar parte con “mucho orgullo y alegría” de la reducida lista de poetas seleccionados para este concurso. Mientras que “Diferencias” fue quien le permitió a Eduardo Gregorio vestir la misma fortuna.

La carrera literaria de Rubén Valle incluye los libros: “Museo Flúo” (1996), “Los peligros del agua bendita” (1998), “Jirafas sostienen el cielo” (2003), “Placebos (2004)”, y “Tupé” (2010).

En tanto Eduardo Gregorio, radicado en el departamento de Junín, es autor de una extensa y muy variada obra que comenzó a fines de los años '70 con la poesía de "Ángeles y caídas" y continuó con "Las otras cosas" y "Trabajos", este último introduciendo una importante novedad: el cuento. Luego llegó la novela con "Historia de pueblo". Su condición de periodista lo llevó a realizar una profunda investigación sobre un tema crucial de la economía mendocina que quedó plasmada en el libro "El Caso Greco".

(Publicado en Cultura del suplemento Estilo, Diario Los Andes, 13 de febrero de 2011)

La velocidad a la que se mueve (¡vuela!) la tecnología nos deja a diario dando vueltas como una veleta en medio del temporal. Los que no tenemos la suerte de ser nativos digitales (esa generación que nació y se crió en tiempos digitales), pero tampoco ancianos nostálgicos de las fieles Remington o Lexicon 80, tratamos con no poco esfuerzo de no perder el tren informático.
Aprendemos lo esencial para desarrollar nuestro trabajo, nos sumamos tibiamente (o no) a las redes sociales, le sacamos todo el jugo posible a la web y hasta puede que en momentos de ocio cedamos a la seducción de jugar frente a una pantalla.
No obstante, cuando ya creemos que hemos dominado un poco más que los rudimentos básicos, otra vez aparece una nueva aplicación o un programa superador del que veníamos usando y otra vez a armar el jenga desde cero.
Cuando creíamos haberle tomado cierta confianza a nuestra hogareña PC, resulta que por una suerte de decreto virtual la susodicha acaba por transformarse de un momento a otro en un aparato jovato, despreciable. No alcanzamos a dar el salto a una notebook que ya la netbook, chiquita y todo, viene pidiendo pista y sacando pecho.
En vano. El i-Pad levanta la voz y altanero les suelta un “acá estoy, córranse cacharros obsoletos”. Y así sucesivamente con el imparable hamster del consumo.
Cómo procesar tanto cambio, desechar lo moderno por lo moderno mismo y absorber aquello que nos sirve, independientemente de si es para el trabajo o el simple entretenimiento, es un proceso no apto para perezosos. La tecnología está tan presente en lo cotidiano que sería absurdo rechazarla.
Celulares, mp3, computadoras portátiles, cámaras digitales, plasmas, LCD, LED, entre otros, son artefactos que pueblan nuestro cotidiano entorno y hacen más práctica, y en la mayoría de los casos mejor, la vida en el agitado mundo de hoy.
Por caso, ver con excelente calidad de imagen esa inolvidable película que intuíamos en aquel viejo televisor de válvulas y más rayas que un cuaderno, enviar un mensaje de texto en el momento mismo en que experimentamos la necesidad de expresar un sentimiento o una urgencia, escuchar buena música mientras caminamos o corremos, son todas realidades concretas que tiempo atrás creíamos sólo posibles en los libros de Ray Bradbury.
Entonces, por más dolores de cabeza que a veces nos cause leer los manuales (sí, esos con letra bonsai símil contratos) para aprovechar aunque más no sea el 10 por ciento del chiche nuevo, lo importante es el uso y el lugar que uno esté dispuesto a darle.
Ir contra el avance de estos hijos putativos de la modernidad supone una batalla perdida a priori y es aquí donde se dirá que ese avance depende del cristal con que se mire. Eso tal vez explique que todavía existan escritores que prefieran “teclear” una novela en su Lettera 22 o católicos aggiornados que gustan confesarse a través de la novísima opción que les ofrecen el iPhone y el iPad. ¡Dios nos libre!

(Publicado en Diario Los Andes, 11 de febrero de 2011)