Tipos con cancha. Años de compartir banco, concentraciones y eternas charlas con Jorge Valdano -futbolista, técnico y periodista y escritor (de allí el merecido mote de “filósofo de la pelota”)- dejaron su impronta en otro esteta del fútbol: Ángel Cappa. Cultor del juego “lírico y poético” que recientemente dejó a Huracán en el umbral del título, el reconocido menottista debuta en las imprentas con “Hagan juego”, donde su tapa lo dice todo: un hombre -Cappa-, una mesa y un café. La escenografía perfecta para trasladar la pasión desde la cancha al bar. Jugadores y técnicos como Guti, Riquelme, Aimar, Di Stéfano, Pep Guardiola y Johan Cryff, entre otros tantos, se prestan a una apasionada pared verbal donde demuestran que, para ellos, como para García Márquez el periodismo, la profesión más hermosa del mundo es el fútbol.
Réquiem por Tuñón. Otra vez la excusa de las fechas redondas para revisitar a los grandes. En esta ocasión, son los 35 años de la muerte de Raúl González Tuñón y el libro a (re) descubrir, uno que con suerte se lo encuentra perdido en los mesones de saldos. Uno que son dos, ya que a “El banco en la plaza” le hace la segunda “Los melancólicos canales del tiempo”. Publicado tras su partida, la primera obra es el libro en el que trabajaba el autor de “La calle del agujero en la media” cuando lo sorprendió la parca. La segunda compila cuentos, prosa poética y una pequeña pieza teatral. A este libro doble, como al resto de su obra, le cabe ese verso de “Réquiem para un fonógrafo”: “Esto es más que un cuadro/ Esto es una ventana”. Y, claro, vale asomarse sin pudor.
J.R, un monster inc. Pasan los años y J.R. Wilcock (1918-1978) sigue siendo una deuda para los lectores argentinos. Compadre de Borges y Bioy Casares y asiduo colaborador de la mítica revista “Sur”, cuando ya tenía una obra encaminada en español, decidió instalarse en Italia, escribir en italiano y pensar en italiano. Esa elección tuvo su precio: ser prácticamente un desaparecido del mundo literario argentino. Un “castigo” que se prolongó casi hasta nuestros días. La edición que hizo de sus obras Editorial Sudamericana empieza a saldar las cuentas. Antes y después, ningún género le fue ajeno: poesía, relatos, ensayos, novelas y teatro. “El estereoscopio de los solitarios” puede ser una amable entrada para conocer el mundo wilcockiano. Cuentos y microcuentos donde la realidad puede ser tan fantástica como esa gallina que asesora a una editorial o el centauro que pinta naturalezas muertas. Por las dudas: los monstruos de Wilcock son tanto o más queribles que los de Pixar.
Otro nunca más. Seguramente no alcanzarán las 160 páginas de “Pensar Cromañón” para explicar lo inexplicable, como seguramente tampoco alcanzarán -ni conformarán- las condenas y absoluciones del juicio que culminó el miércoles. En todo caso el valor de este libro pensado y escrito por periodistas, intelectuales y miembros de organizaciones sociales, es dejar testimonio de una de las tragedias más significativas que vivió este país (se perdieron 194 vidas) en lo que a priori era un concierto más de rock. Financiado “a pulmón”, la consigna de los hacedores de este trabajo es tan concreto como el dolor que dejó: que nunca más Argentina padezca otro Cromañón.

(Publicado en Diario Los Andes, 23 de agosto de 2009)
No es nada original decir que este país es un Cromañón siempre a punto de estallar. Una metáfora que, mal que nos pese, entraña algo de temible profecía. La sensación que quedó después de la tragedia del 30 de diciembre de 2004 es que se podrían haber evitado tantas muertes, tantos heridos, de no mediar los intereses, la torpeza o la indolencia de cada eslabón de la cadena organizativa del recital de Callejeros.
Los mismos desatinos que actualmente, y en una clara demostración de que no se aprendió la lección, se siguen repitiendo -no sólo en el rock- pero esta vez con la "suerte" de que la chispa no llega al combustible.
Confirmando que somos parte de una sociedad espasmódica, al poco tiempo del incendio en el boliche de Once los municipios empezaron a poner la lupa allí donde había hecho la vista gorda y hasta hubo bandas que eran capaces de cortar imprevistamente en la mitad de un tema para reclamarle a un fan desubicado que no encendiera una bengala.
El tremendo mazazo que había resultado la muerte de 194 pibes todavía estaba fresco en el inconsciente colectivo y nadie quería dar el mal paso, sumar más dolor donde las heridas aún estaban lejos de cerrar.
Con el paso de los meses, todo volvió a la -peligrosa- normalidad. Se siguieron habilitando sucuchos (no se me ocurre un término mejor) que no contaban con las más mínimas condiciones de seguridad y tampoco quienes concurrían reclamaban las garantías del caso.
Se supone, claro, que hubo inspectores que constataron que cada cosa estuviera en su lugar y así poder librar la habilitación correspondiente. En este caso, la duda no es ningún beneficio. Convencidos de que no puede haber dos cromañones, la música siguió sonando y como fondo latía (late) el sordo tic tac de lo impredecible.
El efecto Cromañón lo hemos vivimos mil veces. Cada vez que ocurre un accidente fatal en una ruta, con choferes de micros o camioneros con falta de descanso o alcohol de más, se extreman los controles un par de semanas, como mucho un mes, hasta que la vigilia se diluye hasta la próxima desgracia sobre ruedas.
Una encuesta realizada por una conocida marca de celulares muestra que uno de cada cinco argentinos envía mensajes de texto mientras maneja. ¿Hace falta recordar el peligro propio y ajeno que eso implica? ¿Es necesario reiterar qué está penado por la ley? Un ejemplo elocuente de la omnipotencia que nos caracteriza a buena parte de los argentinos y que certifica que no medir las consecuencias es parte de nuestro modus vivendi.
Más allá de las condenas y absoluciones o de la posición que se tenga en relación a los protagonistas de este capítulo negro en la historia del país, la conclusión esperable, inevitable casi, es que nunca más tengamos otro Cromañón. Tal vez esa sea la mejor forma de hacerles justicia a las 194 víctimas y a los que se quedaron aquí llorándolos.

(Publicado en Diario Los Andes, 21 de agosto de 2009)
Un arte en extinción. En tiempos en que buena parte de la música circula por las arterias del mp3, los discos -y por consiguiente sus tapas- están quedando casi como piezas de museo. Un libro como “A todo volumen. Historias de tapas del rock argentino”, del periodista Sebastián Ramos, nos recuerda dos cosas: que allí, en el formato LP o CD, también hay arte y del bueno y que, con 40 años de agitada historia, esta música ha dejado, además de notables canciones, tapas memorables. Un puñado para hacer memoria: “El hombre de la lágrima” (primer disco de Almendra), la informe portada verde de “Artaud” (Pescado Rabioso), la tapa trucha de Gente en “La grasa de las capitales” (Serú Girán), el desnudo “artístico” de Pettinato en Pachuco Cadáver, los clics modernos de Charly en Nueva York, los fusilados de Goya según Rocambole (Redonditos de Ricota)... Después de verlas, imposible no irse de cabeza a escucharlos al Winco o la PC.
Brutal, como la necesidad. Como a un amigo al que olvidamos saludar para su cumpleaños, soplemos tardíamente las cincuenta velas de “El almuerzo desnudo”. Considerada la gran obra de William S. Burroughs, junto a “En el camino” (Jack Kerouac) y “Aullido” (Allen Ginsberg) conforma la trilogía insoslayable a la hora de mentar a la Generación Beat. Esta perturbadora novela, desbordante por donde se la mire, registra la temporada en el infierno de un autor que en esta obra anárquica destila tanta poesía como aquel Rimbaud post adolescente que se tragó el África. Norman Mailer, hombre poco afecto a los elogios, la definió acorde a su genio: “Un libro de gran belleza, con un salvaje y mortífero sentido del humor, tan imperturbable e implacable como los impuestos”.
De la web al papel. Taringa, el portal de Internet más visitado de la Argentina, es el resultado del aporte que realizan a esa red de “inteligencia colectiva” miles de personas con los gustos e intereses más variados. “Taringa-El libro”, en cambio, “es una especie de enciclopedia de datos más o menos inútiles -pero considerablemente simpáticos- para afrontar la vida moderna con una de esas sonrisitas que significan ‘me las sé todas’”, según apuntan estos nativos digitales. El 100% de las ganancias que deje esta producción será donado a “Un techo para mi país”, una ONG que trabaja con familias en situación de extrema pobreza. Una buena ocasión para que aquellos que piratean discos, películas y libros puedan redimirse comprándolos legalmente o al menos descargando cinco padrenuestros.

(Publicado en Diario Los Andes, 16 de agosto de 2009)
A la vista. Si la solapa ya no alcanza para “ver” al escriba en cuestión, llega www.conoceralautor.com, un portal que ofrece la posibilidad de mirar y escuchar a los escritores presentando sus libros. Sus mentores explican de qué va el asunto: “Los clips de video no son entrevistas, tampoco herramientas de los departamentos de marketing de las editoriales. Se trata de videos donde los propios autores nos hablan y comentan un libro en particular”. En lugar de contratapas que hablen -maravillosamente- de ellos, ellos ponen la cara y la voz para tender un puente antes del otro puente: su obra.
Con ojo clínico. Cada libro de John Berger (Londres, 1926) es una lección de vida y, recién después, de literatura. El novelista, ensayista y pintor se las sigue ingeniando para mezclar todas sus facetas en su particular forma de observar el mundo. “Un hombre afortunado” forma parte de las reediciones de sus obras que viene realizando Alfaguara. En 1967, Berger y el fotógrafo Jean Mohr siguieron a sol y sombra al doctor John Sassal, un médico rural que desarrolla su profesión con una pasión infrecuente. La devolución de sus pacientes se traduce en un lazo afectivo que trasciende la relación profesional. El autor de “Puerca tierra” mixtura narración y semblanza antropológica bajo una mirada humanista que despierta la empatía del lector.
El maestro de las Manchas. En su larga trayectoria, Luis Scafati, artista mendocino de estatura universal, ha dibujado clásicos de la talla de “El gato negro” (Edgar Allan Poe), “Martín Fierro” (José Hernández) y “La metamorfosis” (Franz Kafka), pero su “Pequeño Quijote Ilustrado” (Ediciones de la Flor) transporta a la creación de Miguel de Cervantes Saavedra a otra dimensión. En sus manos, sus trazos inconfundibles, el Caballero de la triste figura se nos revela como una criatura más bella, más loca y hasta más sabia. Si aún sonara demasiado subjetiva tal apreciación, el año pasado fue elegido por el Internacional Board on Books for Young People como el mejor libro para jóvenes en el mundo.
Anzuelos impresionistas. Al experimentado Juan Carlos Diez se lo conocía por su extensa trayectoria como periodista en Clarín y su altamente recomendable “Martropía, conversaciones con Spinetta” (2006). Sin embargo, su voz poética, acorde a un saludable bajo perfil, tardó en ver la (mesa de) luz pero cuando lo hizo llegó con la palabra rumiada con paladar de gourmet. No muy convencido del rol altisonante de ciertos poetas, en “El nacimiento de los peces” (Ediciones del Dock) él avisa: “Regreso/ a mi asilo de palabras/ Soy la rama en el viento/ Escribo para nadie”. Ahora bien, ¿quién dijo que habría que hacerle caso y perdernos este libro de sustancia orgánica, pulso minimalista e imaginario spinetteano?

(Publicado en Diario Los Andes, 9 de agosto de 2009)
Son contadas las ocasiones en que recordamos cómo se escribió un poema porque éste, casi por definición, "sucede". Y no necesariamente lo hace encarnado en la sobrevaluada imagen de la musa que irrumpe como una mujer pidiéndonos algo más que atención. Esa suerte de rayo misterioso necesita no ya el radar activado, si no que exige una sensibilidad mínima donde impactar y a su vez redundar en versos como esquirlas. O al revés.
En Salmo de las orquídeas (del libro Placebos, Ediciones Culturales, 2004), poema que elegí para contar su envés, recuerdo que ese llamado tácito provino desde el otro lado de la ventana. Sentado frente a la computadora, distraje por un momento la atención de la pantalla y vi pasar por la vereda a una mujer de unos treinta años, medio encorvada; una posición corporal que aún joven ya la delataba derrotada. Llevaba flores y, creo recordar, una mirada que supuraba tristeza. A partir de esos elementos intenté reconstruir –desde la ficción, claro– el posible porqué de su sombría imagen.
Si algo faltaba para que fuera más desoladora su situación era que caminara bajo la lluvia y que fuera domingo. Pues bien, la mujercita debería volver del cementerio donde –tal vez– la esperaba y la despedía el amor de su vida. Su adiós había dejado marcas claras, visibles: le hablaba a un perro “atado a su sombra”, su paraguas permanecía cerrado a pesar de la lluvia y siempre regresaba de aquella tumba con más flores que las que había llevado en la mañana. Sólo la distorsión de la fe podría explicar que le crecieran orquídeas dentro de su cuerpo. Pero, ¿qué es el amor, o por extensión la poesía, si no una llave para dejar salir esos ángeles y demonios que nos habitan el jardín de adentro?


Salmo de las orquídeas


Llueve adentro,
del lado en que la vemos pasar
mirando sin ver,
hablándole
al perro fiel encadenado a su sombra.
Llueve de palabra, entre libros y mensajes

cifrados en unos anteojos empañados.

Con percusivo ritmo de selva citadina

caen las aguas del amor que aún no se escribe.

Llueve adentro de los ojos

y desde ese faro agónico hacia la vereda
donde precipita sus pasos la mujercita

del paraguas cerrado como un signo de preguntas,

la del silencio cosido a su muda boca sin pintar.

Las luces de la calle la delatan aviesamente,

ponen en primer plano su tristeza sin orillas,
su anegada nube de dolor desdibujándola.

Atada al sumiso caracol que arrastra sus pies

regresa sola del cementerio de los solos

con más flores de las que llevó temprano a la mañana.
También dentro de su cuerpo está
lloviendo como en domingo

y donde llueven penas le van creciendo orquídeas

para el día de todos los santos.

(Publicado en El Desaguadero, 25 de julio de 2009)

Tal vez inspirado en memorables pilosas como Magdalena Ventura, Madame Truska, Annie Jones, Clementina Belait o Juliana Pastrana, o por qué no en la barbuda de Miguel Abuelo en su solista “Buen día, día”, el bajista Franco Fontanarrosa -rosarino y canalla como su padre- decidió que su proyecto musical llevara por nombre La Mujer Barbuda.
El cuarteto en cuestión se mueve en las turbulentas aguas de la fusión abrevando, según ellos, en fuentes tan dispares como The Police, Metheny, Spinetta, Los Beatles, Cerati, Génesis, Nine Inch Nails y Tool, entre muchos, entre cientos. Sin embargo, el alma pater del proyecto sale del paso y simplifica: lo de LMB es "rock instrumental".
Su reciente debut, “Música para escuchar cuando aparece un monstruo”, así lo confirma. Aunque bien se podría agregar que hay mucho de lúdico y experimental en el primer opus de esta ecléctica banda que se completa con Martín Pantyrer (saxos y clarinete), Sergio Alvarez (guitarra eléctrica) y Lulo Isod (batería y objetos).
Para la Rolling Stone, se trata de "una curiosa cruza de free jazz y rock pesado que transforma al debut de La Mujer Barbuda en un disco de vanguardia, atrapante y sorprendente". Tal cual.
Si alguien busca en LMB alguna conexión con el inolvidable Negro Fontanarrosa puede que la halle -caprichosamente- en los títulos de los temas, todos de autoría del vástago Franco. Valgan como botones de muestra "La venganza del plomero líquido", "Axel, el axolote", "Hipopótamo amarillo", "El plomero líquido ataca de nuevo", "Hombre gangoso", "Técnico superior en plásticos y elastómeros", y "El plomero líquido insiste".
Y puede que también algo de ese insinuado humor se cuele en cierta forma de frasear, de jugar con y desde la música.
La tapa, otro acierto de este primogénito sonoro, es obra de otro rosarino talentoso: Max Cachimba, un clásico de la Fierro y de cuanta publicación de cómic se edite en este país de historieta.
Advertencia: escucharlos no es tarea simple, aunque sí sumamente grata. No se trata de melodías de esas que se acomodan al oído con la docilidad de una canción de cuna. Hecha la salvedad, se recomienda sortear cualquier prejuicio y disfrutar de la singular experiencia. Algo así como besarla a ella a pesar de su intimidante bigote.

(Publicado en Diario Los Andes, 4 de enero de 2009)
Ante cada emisión de Un reo meditabundo la sensación del oyente es la de enfrentarse al siempre generoso “había una vez”, ese abracadabra que todo lo puede en su implícita promesa de sorpresas. Enhebrar, por caso, la música de Piazzolla y Cedrón con la maestría de Hermenegildo Sábat y Quino, la poética de Dolina y Enrique Symns, el testimonio de vida de Nelly Omar y Enrique Cadícamo, atravesar el mármol de un Neruda o cual inspirado médium reencontrarse con Sofía Bozán, Tita Merello o Cátulo Castillo. Todo esto sazonado con sabrosas historias propias donde habitan más antihéroes que personajes de manual.
Pasado en limpio, Un reo meditabundo es un programa de radio que ya suma quince años en el atiborrado éter mendocino y que se emite los domingos a las 22 por la AM y la FM de Radio Nihuil o, si se prefiere, en su versión virtual en el sitio www.radionihuil.com.ar.
El sello. Su prehistoria se remonta a octubre de 1992 en la FM de Radio Nacional. Tres años después, mudanza a la FM de la Universidad Nacional de Cuyo y finalmente en 1999 desembarco en Nihuil. Siempre a caballo de una propuesta que no tiene símil en el marco radiofónico de Mendoza y que ellos, lejos de toda inmodestia, definen certeramente como “radio de autor”. Precisamente en ese sello es donde se asienta la vigencia de un programa que juega –en cada emisión– con el concepto borgeano de ser otros siendo los mismos.
Pequeño mundo. Cuando la luz roja se apaga, Oscar Reina y Miguel García Urbani, corazón bicéfalo del reo, hacen rewind. “El programa nace de una necesidad: utilizar la radio como un escenario. En él nos movemos como lo hace un bailarín en la búsqueda de su acto. Nos gustan los relatos, propios y ajenos. Nos gusta ese montaje. La radio es un hecho efímero y muchas veces se agradece que así sea, pero queremos utilizarla para expresar en un acto de dos horas un pequeño mundo”.
Vuelta de hoja. Cada noche, se sabe, es el
misma y siempre distinta. Territorio impredecible donde ellos relatarán una historia escrita a cuatro manos, leída a dos voces y difundida a los cuatro vientos. Más de cien relatos que –anticipan a Nómada– tienen inminente destino de libro, por eso de contrarrestar lo fugaz de tanto aire. Quince años de nouvelles, cuentos, relatos, que merecen destino de estante, lectura fina. “A veces no elegimos las historias. Son ellas quienes nos eligen, aunque suene a frase remanida. Nos sentamos a escribir y luego resulta que la dinámica del relato nos lleva por rumbos casi siempre insospechados”, cuentan acerca del arte de contar.
Ellos, los otros. Los mentores de estas imperdibles páginas radiofónicas tienen tanto de reos como de meditabundos, pero también una extensa trayectoria en el mundo de la cultura de Mendoza. Oscar Reina es un reconocido artista plástico con numerosas muestras en la provincia y el resto del país, en tanto que Miguel García Urbani es periodista y conductor de otra delicatessen radial: Calle 52 (historias & jazz), también por el 680 de Nihuil.
El aleph reo. La gama de temas que se dispara cada domingo es tan amplia como la infinita curiosidad de sus hacedores. Sin prejuicios ni ruidos blancos, el tándem Reina-García Urbani puede abordar con igual solvencia e interés desde la mitología griega, las mujeres en el tango, la historia de la locura, el exilio, los hallazgos de Juan Vucetich, pasando por los detractores del 2x4, los filósofos cínicos, la mujer del prójimo, el encuentro entre Razzano y Gardel, la poesía culta en las letras tangueras, y hasta la pasión del Mudo por su caballo Lunático o por el faisán preparado con receta propia.
Parar la oreja. Los reportajes de este par de reos acostumbran a dar voz a personajes ubicados a años luz de la cultura tinellizada que campea en la mayoría de los medios. Hagamos memoria: Eladia Blázquez, Carlos Alonso, Luis Cardei, Amelita Baltar, Daniel Divinsky, Rodolfo Mederos, Osvaldo Bayer, Horacio Ferrer, Jorge Lanata, Alberto Muñoz, Atilio Stampone, Juan Jacobo Bajarlía, Jorge Boccanera, Chango Spasiuk, Mercedes Sosa, Carlos Sampayo, Leopoldo Federico, Diana Piazzolla, Raúl Barboza, Axel Krieger, Horacio Salgán y siguen las firmas... Aquí también la idea es recopilar estos valiosos testimonios antes de que sea demasiado tarde y veamos a María Kodama bailando en un caño o a Ricardo Piglia cantando por un sueño.
Los que cierran el círculo. Esta vez, la lupa hace foco en el otro lado del dial. “El público es diverso –analizan– pero notamos una alta participación de gente joven que se interesa por Un reo. Siendo un programa digamos “tanguero”, nuestra forma de hacerlo es desestructurada y abierta. Creemos que pocas propuestas en el país pueden contar con tan diversas experiencias como las que reflejamos en cada programa”.
En vivo. Al dúo meditabundo no lo intimida el aire libre, los espacios abiertos, el cara a cara. Saben que hay vida más allá del estudio radial. Así, sus historias han sido escuchadas “en persona”, con la exquisita música del dúo Plana-Martí sobrevolando sus palabras o presentando a ese personaje único que es el poeta y ex minero sanjuanino Jorge Leónidas Escudero. “Estas presentaciones han sido una experiencia que nos permitió dar un paso adelante en nuestra vida profesional. Y lo mejor: a la gente le gustó mucho. La idea es seguir haciéndolas, con una puesta despojada pero intensa en música y relatos”, evalúan en off.
Planes B. Quienes se pierden alguna “función” dominguera del reo, siempre tienen otra chance ingresando a su blog www.unreomeditabundo.blogspot.com. Allí encontrarán los audios de los programas, algunos textos y pistas de lo que vendrá. Y al mismo precio, un buzón electrónico: reomeditabundo@yahoo.com para sugerencias, palos, flores u otras yerbas.
Sefiní. Antes de ir a un tema o a la impertinente tanda publicitaria, a manera de despedida los reos meditabundos bien podrían parafrasear al Ixca Cienfuegos del mexicano Carlos Fuentes cuando admite resignado: “Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire”.

(Publicado en revista Nómada, Nº11, junio de 2008)
El egoísta ilustrado. Para los que amamos los libros no es exagerado decir que en algunos casos ocupan un lugar afectivo similar o superior a algunos familiares. Que yo sepa nadie se ha peleado con un libro de Tolkien y sí con una madre insoportable. Por eso no es de extrañar que esa relación -enfermiza, qué duda cabe- nos haga desarrollar un desmesurado sentido de pertenencia que nos lleva a no prestar los libros sin el menor remordimiento. Quien lleva esto al extremo es Alberto Laiseca, autor del monumental “Los Sorias” (¡1.326 páginas, 30.000 palabras más que el Ulises de Joyce!), Su turno para morir, Por favor, plágienme! y Poemas chinos, quien acostumbra a forrar todos sus libros con papel blanco. En su biblioteca, tesoros y bodrios conviven en armonía y sólo el hombre del bigote XL sabe dónde está uno u otro. Un ejemplo a seguir.
Ese géiser. Perro verde en cualquier librería, “Aullido de cisne”, segundo y último poemario de Mario Papasquiaro (José Alfredo Zendejas Pineda en su DNI), es el legado de un gran poeta cuyo seudónimo dice poco y su alter ego en “Los detectives salvajes” dice mucho. El no es otro que Ulises Lima, compañero inseparable de Arturo Belano en esa novela de su compadre Roberto Bolaño que hoy ocupa un merecido lugar en el podio de las obras mayores. Juntos crearon en México el Infrarrealismo, una corriente vanguardista que en su momento levantó no poco polvo. “Si he de vivir que sea sin timón & en el delirio”, sostenía. En esa frecuencia vivió y murió convencido de que “el poeta es el géiser de su propio ser”.
El pianista en el burdel. Con este título inspirado en el dicho popular “No le digas a mi madre que soy periodista, prefiero que siga creyendo que toco el piano en el burdel”, el madrileño Juan Luis Cebrián, fundador y ex director de El País, propone una jugosa colección de ensayos sobre periodismo. Sus 47 años en el oficio lo llevan a hablar con igual solidez de los medios durante el franquismo, el Watergate, las nuevas tecnologías y su impacto en los lectores, y como en estos tiempos twitterianos la prensa ocupa un lugar casi marginal en el debate político.
“La luna en un pañuelo que siempre dijo adiós”. Ejemplo de conducta, calidad y producción, Juan Gelman (“Gotán”, “Cólera buey”, “Valer la pena”, “Mundar”) sigue siendo un faro implacable de la poesía de éste y otros mundos. Con el reciente “De atrásalante en su porfía” el maestro retoma obsesiones: la muerte como contracara de una vida raramente justa, la memoria y el amor como antídotos frente a lo inasible del tiempo, la palabra iluminadora ante la sombra o el adiós. Publicado por Seix Barral, este trabajo reúne su producción de los últimos dos años. Ciento sesenta poemas donde la cantidad por momentos conspira contra la calidad, pero siempre guiado por la convicción de que “la revolución paró en algún lado y la lengua no alcanza a decir su trabajo”.
Palabra del jinete negro. Si hay alguien cuyo cancionero tiene estatura suficiente para acceder al status de libro es sin dudas Tom Waits. Del autor de “Los años salvajes de Frank” y “Perros de la lluvia” existía el antecedente de “Canciones I y II” y ahora es el turno de “Tom Waits-Letras en inglés y español”. Del prolífico “Garganta de lata” también se consigue en nuestras librerías “Conversaciones”, entrevistas y opiniones.

(Publicado en Diario Los Andes, 2 de agosto de 2009)
Los que toda la vida odiamos las matemáticas sentimos que convivir con los números es lo más parecido a una condena. Una sospecha que esta semana se confirmó con la contundencia de 1 + 1 es 2. Todo, o casi todo, lo que hablamos, leímos o escuchamos en los últimos días estuvo indefectiblemente atravesado por pesos, euros, dólares, metros cúbicos. Dígito más, billete menos, el dinero aparecía de pronto en cada conversación como si se tratara de una charla entre Cavallo y Boudou.
No hubo rubro periodístico que no presentara con claridad este invasivo costado económico de la realidad argentina. Calculadora en mano, hagamos un repaso: la crisis de los clubes de fútbol, cuyas arcas hicieron agua como el mejor Titanic, muestran un rojo (y no de Avellaneda) de más de $ 40 millones.
La debacle amenaza con la suspensión del inicio del torneo Apertura y una fuerte pulseada entre la AFA y Torneos y Competencias para exprimir aún más la plata de la televisación. Dos más de la timba deportiva: la tasación de nuestra joya de exportación, Lionel Messi, trepó a los 250 millones de euros. Provecho. Otro: por cada carrera que corra el ex jubilado y múltiple campeón, Michael Schumacher, cobrará la bonita cifra de 3,2 millones de euros.
Sigamos. La boleta del gas viene ocasionando un fuerte dolor de cabeza a muchos consumidores. Vaya por caso doña Herminia Rosales, quien cobra una pensión de $ 532 y le llegó una boleta de $ 597. Con lágrimas contó a las cámaras que le resulta imposible pagar ese monto. Ella y muchísimos más, reclaman un poco de sensatez. Nadie quiere dejar de pagar lo que corresponde pero tampoco abonar lo que a todas luces no corresponde.
La tele tampoco está ajena a tanto clink caja. Programas de todo tipo incluyen el infaltable segmento de juegos, siempre a cambio de invertir jugosos pulsos telefónicos, gracias a los cuales Elena, de Bahía Blanca, el otro día pudo ganarse $ 600 jugando a las escondidas ¡por teléfono! con Julián Weich.
En esto de números que vienen y cifras que van, mucho menos quedan afuera los gobiernos. El de Jaque, por ejemplo, protagonizó el escándalo de la semana con la dudosa contratación de Los Fabulosos Cadillacs a cambio de generosos $ 315.000. Apenas $ 15.000 más que lo invertido para comprar (a fines de julio) el equipo para detectar los virus de la gripe A y del dengue.
La celeridad con que salió el dinero para apoyar un hecho cultural que algunos funcionarios no dudaron en calificar de "muy importante para la provincia" (aunque no hayan escuchado a Vicentico y los suyos ni en el mp3 de sus hijos) no fue la misma con la que se gestionó el RT-PCR con el que ahora, recién ahora, se puede saber en 48 horas quién está infectado y quién no.
A este repaso, casi tan tedioso como estudiar las tablas de multiplicar, se podría sumar el recorte de los superpoderes, el uso del Fondo Anticíclico, las compras para el Día del Niño, las multas de tránsito, el endeudamiento de las comunas, la cantidad de fieles que irá a San Cayetano? Se podría, pero aunque más no sea por este fin de semana, hacer una rigurosa dieta de números. Para el frío, nada mejor que una sopa de letras. O un buen libro.

(Publicado en Diario Los Andes, 1 de agosto de 2009)

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