Mientras acá a la vuelta -Mendoza, Argentina- el gobierno de Celso Jaque apunta a modificar un artículo de la Constitución provincial que abra la puerta a una reforma integral, en Europa ya existe una Carta Magna íntegramente escrita por poetas.
En este caso, no es chiste fácil decir que si bien su texto es versificado, su objetivo no es ningún verso. El valor simbólico que tiene esta singular iniciativa es "llamar la atención" (sic) sobre lo poco claro del lenguaje jurídico, especialmente el de los documentos públicos.
La idea madre de este proyecto surgió el año pasado en Bruselas, tras el fracaso de la ratificación de la Constitución Europea en Holanda y en Irlanda, pero se extendió al resto del continente casi tan rápido como la temible influenza porcina.
Acerca del reclamo de mayor legibilidad, el español Xavier Queipo es quien la tiene más clara y dice: "Pensamos que un texto que define nuestros derechos, deberes e identidad debe ser fácil de entender porque incluso en verso se comprendería mejor que tal y como lo redactan los especialistas".
Tampoco, como se podría especular tratándose de reputados vates, fue cuestión de echar a volar las musas y llenar de metáforas el texto. Éste recién tomó forma tras alimentar su "inspiración" con la Constitución europea y la africana de Nelson Mandela y consultar a numerosos expertos en la materia.
Por si quedaran dudas, los poetas advirtieron que con este "experimento creativo" de cerca de 80 artículos no buscaron remplazar documentos legales sino contribuir a impulsar la unidad de los pueblos.
Los cuarenta escribas convocados representaron a los Estados miembro más importantes de la comunidad europea. Cada uno escribió su colaboración en su idioma natal. A manera de firma, en lugar de su nombre estamparon uno de sus versos más representativos.
Hasta el momento, este documento ético-estético sólo se publicó en francés, flamenco e inglés, pero se apunta a reproducirlo en la mayor cantidad de idiomas posible.
Más allá de cualquier especulación electoral, en Mendoza la necesidad de una reforma constitucional es imprescindible: la Carta Magna data de 1916 y es prácticamente la única en el país que casi no ha sufrido modificaciones desde entonces.
No es de esperar que convoquen a los poetas para adaptarla a estos tiempos pero sí que no caigan en la tentación de hacer ficción con algo tan sensible. Para eso, ya tenemos demasiado con los índices del Indec, las amenazas de Néstor y las propinas de Cristina en el exterior.